LOS DESVELOS DEL DOXÓGRAFO

La tradición doxográfica consistía en recopilar, de diversas maneras, las opiniones de terceros autores.
¿Es posible otra escritura?
En la historia, los nombres y las fechas son circunstanciales, mojones arbitrarios y consuelo de nuestras íntimas aspiraciones. Un nombre y una fecha no son más que una ilusión, que nos permite velarnos, espejarnos en el otro. Tal vez, para ocultar y evidenciar que no somos más que objetos tallados con la inmaterialidad de la palabra; objetos de sentido incierto, aunque a veces verosímil.
Somos hablados, decimos lo dicho. En el mejor de los casos armamos, con unas cuentas coloridas y los espejos que nos circundan, un universo de probabilidades imposible de explorar en una vida.
Sin embargo, hablamos. Nos hacemos a la mar en pos de Las Molucas demostrando que el encuentro, la metáfora, no es más que un accidente imprescindible.
La metáfora, multiplicadora de sentidos, siempre necesita del otro, que se los otorga. Se es dicho, bien o mal, pero se es dicho. Construcción colectiva, en la que el destino de cada letra que la forja ha extraviado la causalidad.
Somos meros vectores del lenguaje. Cada quien se las arregla, de alguna manera, con las voces que lo habitan. Todo otro ideal pareciera casi alucinado.

Jorge Pablo Yakoncick.







sábado, 1 de mayo de 2010

David Hume (Edimburgo, 1711-1776). La verdad en la literatura.

"… si comparamos todos los fenómenos que aparecen en este tema, veremos que la verdad, por necesaria que pueda parecer en toda obra literaria inteligente, no tiene otro efecto que el de procurar una recepción fácil de las ideas, haciendo que la mente asienta a ellas con satisfacción o, al menos, sin reticencia. Sin embrago, como es éste un efecto que puede fácilmente suponerse debido a esa solidez y fuerza que –según mi sistema- acompaña a las ideas establecidas gracias a razonamientos por causalidad, se sigue que toda la influencia de la creencia sobre la fantasía puede ser explicada partiendo de ese sistema. De acuerdo con ello, podemos observar que allí donde esa influencia surge de principios distintos a la verdad o realidad, toman éstos su lugar, proporcionando idéntico entretenimiento a la imaginación. Los poetas han forjado lo que ellos denominan un sistema poético de las cosas, que, aunque no sea creído ni por ellos ni por sus lectores, se toma como base suficiente para cualquier ficción. Estamos tan acostumbrados a los nombres de Marte, Júpiter y Venus que, del mismo modo que la educación fija una opinión, la repetición constante de esas ideas las hace penetrar con facilidad en la mente y predominar en la fantasía, sin influir en el juicio. De forma análoga, los autores trágicos toman siempre prestadas sus fábulas o, al menos, los nombres de sus principales personajes, de algún conocido pasaje de la historia; y no hacen esto para engañar a los espectadores, ya que confiesan francamente que no han seguido la verdad punto por punto en todos los incidentes de la acción, sino que lo hacen a fin de procurar una recepción más fácil en la imaginación de los extraordinarios sucesos que presentan. Sin embrago, ésta es una precaución que no necesitan los poetas cómicos, cuyos personajes e incidentes penetran, por ser de un tipo más familiar, con mayor facilidad en la recepción, y se aceptan sin tanta formalidad, a pesar de que a primera vista sean tenidos por ficticios y por mero producto de la fantasía.
Y no sólo esta mezcla de verdad y falsedad, existente en las fábulas de los poetas trágicos, sirve a nuestro propósito actual, a mostrar que la imaginación puede ser satisfecha sin creencia ni certeza absoluta, sino que, desde otro punto de vista, puede considerarse como una poderosa confirmación de este sistema. Es evidente que los poetas utilizan este artificio de tomar de la historia los nombres de sus personajes y los acontecimientos principales de sus poemas con el fin de procurar una admisión más fácil de la obra entera, haciendo así que ésta produzca una impresión más profunda en la fantasía y las afecciones. Al ser enlazados en la trama de un poema u obra dramática, los distintos incidentes adquieren una suerte de relación; y de este modo, si alguno de ellos es objeto de creencia, confiere fuerza y vivacidad a los demás incidentes con él relacionados. La viveza de la concepción primera se difunde por las relaciones y, como si fuera por muchos conductos y canales, es llevada a cada idea que tenga alguna comunicación con la idea primaria. Ciertamente que esto no puede nunca equipararse a una seguridad perfecta, pues la unión entre ideas es en cierto modo accidental. Con todo, puede acercarlas tanto en influencia, que llegue a convencernos de que derivan del mismo origen…"

(fragmento, De los Efectos de Otras Relaciones y Hábitos, Sección IX, Tratado de la Naturaleza Humana, Tecnos, Madrid, 1992. Traducción Félix Duque).

1 comentario:

Fernando dijo...

Ah, la verosimilitud, cosa difícil si la hay en narrativa. ¿Será algo que se le pide a la poesía? Yo creo que hay resortes internos del poema que lo hacen "creíble" y quizás tengan que ver con la entrega que uno siente del poeta.