LOS DESVELOS DEL DOXÓGRAFO

La tradición doxográfica consistía en recopilar, de diversas maneras, las opiniones de terceros autores.
¿Es posible otra escritura?
En la historia, los nombres y las fechas son circunstanciales, mojones arbitrarios y consuelo de nuestras íntimas aspiraciones. Un nombre y una fecha no son más que una ilusión, que nos permite velarnos, espejarnos en el otro. Tal vez, para ocultar y evidenciar que no somos más que objetos tallados con la inmaterialidad de la palabra; objetos de sentido incierto, aunque a veces verosímil.
Somos hablados, decimos lo dicho. En el mejor de los casos armamos, con unas cuentas coloridas y los espejos que nos circundan, un universo de probabilidades imposible de explorar en una vida.
Sin embargo, hablamos. Nos hacemos a la mar en pos de Las Molucas demostrando que el encuentro, la metáfora, no es más que un accidente imprescindible.
La metáfora, multiplicadora de sentidos, siempre necesita del otro, que se los otorga. Se es dicho, bien o mal, pero se es dicho. Construcción colectiva, en la que el destino de cada letra que la forja ha extraviado la causalidad.
Somos meros vectores del lenguaje. Cada quien se las arregla, de alguna manera, con las voces que lo habitan. Todo otro ideal pareciera casi alucinado.

Jorge Pablo Yakoncick.







miércoles, 21 de mayo de 2014

CARLOS MASTRONARDI, POESÍA INÉDITA

Carlos Mastronardi (Gualeguay, 1900 – Buenos Aires, 1976)


SERENATA

Te quiero a lo Machado (como Manuel). No temas,
no buscará mi anhelo tu espectro desasido
por el pueblo nocturno donde arraiga el ladrido,
junto al rancho que esconde tus soñadas diademas.

Tiemblan perdidas luces. El cielo fue inclinado
por esta sombra amiga de mis noches de amante.
Vuelvo a tu senda y sufro la tiniebla; no obstante
he llegado. Aquí estoy. No estás pero he llegado.

Manuel solía quedar inmóvil sin voz,
sus ojos como absortos, sus noches como ruinas,
pero los dos murieron ricos de amor. Caminas
hacia mí? Reaparece la luna y baila un Dios.

Si mi boca es solícita pueden venir las aves;
con flores he inventando muchachas a mi pena.
Soy yo quien te conoce, soy yo quien te serena
de mi duelo; no temas, la música lo sabe.

Vuelan como pájaros mis reinos cuando canto;
mas si fuera en el día aún menos los verías:
los astros son las alas. No sé si volverías
si el plazo diese el año. Tal vez no te amo tanto.

Con sus largos silencios los ángeles predican;
la soledad desune los rostros decaídos,
juegan gozosas flores, el muro alza maullidos,
y siempre están los sueños que nunca se dedican.

Sal ya, vámonos juntos, líbrame del castigo
recóndito de amarte. Como arroyo que brilla
con la luna, en tus ojos yo quiero ver Mansilla.
De niño yo decía: “Abre las alas, ven conmigo”.

Vayamos como a un viaje que nunca emprenderemos,
con sombras navegadas que alegres contemplamos.
Las sombras corren vívidas… sólo nosotros… ¡vamos!
Adiós, ciudad incógnita. Ya nunca volveremos.

Ya nunca volveremos. Un pájaro te viste,
ya sol es la mañana, ya nada será cierto;
tus ojos tan cercanos, como la luna, han muerto.
No asomaste, no sabes que anoche estuvo triste.


SABOR DE BUENOS AIRES

Anduve solo y perdido
en la neblina del barrio.
Cuando en cada café y en cada esquina
se me ganaba al corazón un tango.

Buscando sabor de Buenos Aires
pasé por unas calles que hoy cambiaron
y en los mismos cafés vi hombres solitarios
que de su juventud vinieron con sombreros,
y así nomás quedaron
leyendo un viejo diario.
Sentí todo el sabor de Buenos Aires
llegando del pasado
caminando por las calles de recuerdos palpitantes
y en un umbral, sentado, igual que antes
oyendo un viejo tango,
vi un hombre silencio;
callado, parecía misterioso
cantando, era el patrón de Buenos Aires.


EL FONDO DE LA COPA

El viejo don del llanto vuelve a cansados ojos
cuando los turbios días desandan los espejos,
y se despide el fuego de los árboles lentos
que desolan los límites del ocaso y del hombre.

El amargo deseo se dilata y encona
en el oro nostálgico de la edad numerosa,
pero los agresores del placer hecho nardo
no saben que destinan la piedra a su sepulcro.

Liviana gente de humo combate la demencia
del tierno sublevado. El cielo es un desierto,
y la estrella que gira fogosa junto al lecho
se gasta lentamente mientras su luz aumenta.

El vano anhelo fulge como tu cuerpo claro,
y aún defiende una rosa la mano de la muerta.
Sabes? Los ojos ávidos del piloto han querido
durar más que las aguas donde se goza el vértigo.

La luz deja los cielos y tarda en el abismo.
El azul se puebla y el fuego está en la tierra,
mientras desde lo bajo surgen los hondos gritos
y los astros se pierden en nuestra sangre sola.

Niegas las puras dádivas que labraste en los años,
se obstina en el beso tu puñado de polvo,
en tanto que la lucha florida y perdurable
del reversible Fausto, conmueve tu crepúsculo.

Ya invierten las estrellas el rumbo que seguías,
y tu barro enardeces cuando el alma ha crecido.
Prolongan vivas músicas los pasos que se apagan
y pides al invierno la insensatez dichosa.

De tu misión reniegas cuando los vientos tuercen
los jardines magníficos hacia la tarde rota.
Tu anhelo, trabajando sobre claras cenizas,
enciende absurdas lámparas bajo el abierto día.


LA LIBRETA DE BOLSILLO

Las otras noches,
en la soledad del café,
después de hojear el diario y vaciar mi pocillo,
extraje, distraído, la pequeña libreta
en que anoto las direcciones
y los nombres de amigos y conocidos,
como se acostumbra en toda gran ciudad,
donde los signos, las útiles convenciones
sustituyen a los árboles y las estrellas
que orientan en el campo nuestros pasos.
Comprendí entonces que en la libreta auxiliar
pese a sus frías referencias, es mi concisa historia,
pero está vieja y colmada de señas
de modo que deberé reemplazarla
por si el porvenir aún me trae
personas o lugares agradables.

(Al principio con aire negligente
sin buscar nada preciso
y después con espíritu (ánimo) curioso).
Repasé sus viejas páginas,
escritas por mi mano y que conservan
informes? que asenté hace muchos años.
Estas hojas descoloridas y atestadas
ya no permite que el mundo irrumpa en ellas,
y si en verdad se agotaron antes que mi vida,
deberé acudir a otras,
por si algo me acontece todavía.
Mi lectura abarcaba muchos años,
y así pude dar con gentes inciertas,
como quien vuelve por un camino oscurecido.
Nombres casi olvidados, señas de casas
que visité sin dudas, hoy no me dicen nada:
quedan en el papel, no en la memoria.
(las retiene un papel?).

Aquí hay un Alberto Amable que se borró por completo;
quizá era el traficante de libros
que mantuvo trato conmigo
pero del que nada recobro,
y también doy con Laura,
la muchacha que anduvo por mis años
a quien yo saludaba y única,
hay apenas palabras sin imagen,
pues todo lo olvidé, y ni siquiera
me es dado reconstruir su rostro lejanísimo,
que se suma a este séquito de sombras.

Incluye mi lista un Abelardo;
pienso en aquel risueño condiscípulo.
Esto es cuanto persiste de aquel lejano amigo,
al que hace treinta años vi por última vez,
y de quien no recuerdo (retengo) ningún (rasgo) distinto,
salvo su fuerza y su audacia en el gimnasio,
cuando dejábamos las atentas clases.

Aquí hoy… no (recobro) otra cosa de aquel lejano amigo.
No sé quién puede ser este Julio insondable,
ahora convertido en inútil palabra;
sospecho que el excéntrico, estudioso muchacho,
que anduvo extintos reinos, brilló en antiguas guerras,
y aplicado a la historia, ensueño hereditario,
rechazó a la concreta joven que lo quería
pues se había enamorado de Diana de Poitiers.

Inocentes, precarios, distraídos y nostálgicos,
quienes están ausentes de mi vida
sin puñales me apagan y destruyen,
pues también su memoria, como es inevitable,
está llena de muertos insepultos.
Así, mientras repaso tantos nombres ociosos,
cuyos dueños salieron de mi ámbito,
pienso que unos son polvo pero que otros
perduran como intrusos en el mundo,
a la vez que vivientes (extinguidos),
desvanecidos, sueltos, vaporosos.

Nada puedo decir, tampoco, de Rolando,
de modo que deberé borra su nombre vano (inútil).
Algo vuelve de él, ya sé, queda alguna huella (algún rastro),
y es el hecho mortal que presenció en el campo,
cuando era el más alegre de la fiesta.
Recuerdo que furioso y absurdo en su justicia,
mató al caballo que arrastró una legua
a su agónica hermana (novia) pisoteada.
Sólo esa tarde negra, el resto se me escapa;
su voz y sus facciones de perdieron.
(Aquí hay gratas personas cuyos rumbos ignoro,
pero que muchas veces caminaron conmigo).

Residuos, letras vanas, precisiones sin nadie, amigos misteriosos.
Tendré que desecharlos cuando lleve
a una nueva libreta las señales
de los que reconozco y puedo ver. Entonces
quedarán muchas páginas en blanco,
tan despobladas como el presente del viejo.
Seré en ese momento el capitán que vuelve
 de la batalla, y al frente de los suyos
hace, grave, la cuenta de las bajas.
Amigos invisibles y rostros olvidados,
cuántos sepulcros, digo, cavamos en nosotros.
Yo también seré un nombre sin sentido
en la libreta de otro, que algún día
habrá de suprimirme con una tachadura.


ADEVRSUS POETA I

En mangas de camisa, el ojo intenso
y huracanado el pelo,
con un empeño cuyo fin no es otro
que sobornar el tiempo venidero y reducirlo
(para imponerle una imperiosa imagen)
a una imagen, quebrando así la norma
de hierro que lo tiene aprisionado
cumple la empresa de Ícaro,
y su querer desmesurado borra
la triste sucesión, que nos disuelve
(la triste realidad, con inocencia)
vela en la noche laboriosa y larga
feliz y cierta de que se confronta
(en la feliz certeza)
con todas las edades, así dispuesto
tiende a olvidar su condición precaria,
trabaja en unas sombras, las ordena
(con) prolijo deleite, y obstinado
suda su dios con dicha persistente.

…anhela convertir sus pobres sueños
en cuerpo vivo, en ser invulnerable…

…como queriendo
engañar a la muerte con ritos y palabras
…se aparta
de la sencilla gente que se aviene
al orden natural de las cosas

…una grata quimera, un deseado fantasma

…una insaciable sombra que pretende
ir más allá de lo que puede un hombre,

…locos felices que esperan todo
del mañana invisible y caprichoso.

…pues majestuoso y grave se dedica
a (construir) las burbujas que sin tregua
arroja satisfecho hacia el futuro.

…los domina un delirio que las almas
humildes y sensatas no comparten…

…el dichoso insensato que se afana
por conquistar los vagos reinos (imperios) donde nunca
(someter inciertos países)
pondrá el pie…

Afianzado, exultante en su demencia
-un desvarío que todo lo organiza-


ADVERSUS POETA II

En mangas de camisa, el ojo intenso
y huracanado el pelo,
con un empeño cuyo fin no es otro
que sobornar el tiempo venidero y reducirlo
para imponerle una imperiosa imagen
a una imagen, quebrando así la norma
de hierro que lo tiene aprisionado
cumple la empresa de Ícaro,
y su querer desmesurado borra
la triste sucesión (realidad), que nos disuelve (con) inocencia
vela en la noche laboriosa y larga
en su certeza feliz y cierta de que se confronta
con todas las edades, así dispuesto
tiende a olvidar su condición precaria,
trabaja en unas sombras, las ordena
(con) prolijo deleite, y obstinado
suda su dios con dicha persistente.

Anhela convertir sus pobres sueños
en cuerpo vivo, en ser invulnerable…
…como queriendo
engañar a la muerte con ritos y palabras

…se aparta
de la sencilla gente que se aviene
al orden natural de las cosas

…una grata quimera, un deseado fantasma

…una insaciable sombra que pretende
ir más allá de lo que puede un hombre.

…locos felices que esperan todo
del mañana invisible y caprichoso.

…pues majestuoso y grave se dedica

a (construir) las burbujas que sin tregua
arroja satisfecho hacia el futuro.

…los domina un delirio que las almas
humildes y sensatas no comparten…

…el dichoso insensato que se afana
someter inciertos países donde nunca
por conquistar los vagos reinos (imperios) donde nunca
pondrá el pie…

Afianzado, exultante en su demencia
un desvarío que todo lo organiza.


MOTHER O LA VEJEZ

Zaguán sin cartas. Nadie acude.
Al piano, un vals que bailó el 900. Toca ese
vals, curvada y mínima sobre el teclado.
Disgregación general. Maleza en los patios.
Objetos sin dueño.
Como en la infancia: nada tiene sentido.


PRINCESA

Princesa! En celar el destino de
la Hebe que despunta sobre esta
taza, con el beso de nuestros
labios, gasto mis fuegos, pero…

Para que el Amor con ala de
abanico me pinte en él, la
planta entre los dedos y adormeciendo, etc.

(Tumba) Para cumplir tan sólo,
un cándido acuerdo, sin beber
o contener su aliento él bebió allí,

un poco profundo arroyo calumniando: la muerte.