“Hombres”, Poesía
Precolombina, Cía. Gral. Fabril Editora, Buenos Aires, 1960.
NINOYOLNONOTZA
Me reconcentro a meditar
profundamente dónde poder recoger algunas bellas y fragantes flores. ¿A quién
preguntar? Imaginaos que interrogo al brillante pájaro zumbador, trémula
esmeralda; imaginaos que interrogo a la amarilla mariposa: ellos me dirán que
saben dónde se producen las bellas y fragantes flores, si quiero recogerlas
aquí en los bosques de laurel, donde habita el Tziniazcán, o si quiero tomarlas
en la verde selva donde mora el Tlauquechol. Allí se las puede cortar
brillantes de rocío; allí llegan a su desarrollo perfecto. Tal vez podré
verlas, si es que han aparecido ya; ponedlas en mis haldas, y saludar con ellas
a los niños y alegrar a los nobles.
Al pasear, oigo como si
verdaderamente las rocas respondieran a los dulces cantos de las flores;
responden las aguas lucientes y murmuradoras; la fuente azulada canta, se
estrella y vuelve a cantar; el Cenzontle contesta; el Coyoltototl suele acompañarle,
y muchos pájaros canoros esparcen en derredor sus gorjeos como una música.
Ellos bendicen a la tierra, haciendo escuchar sus dulces voces.
Deje, exclamé: ojalá que no
os cause pena a vosotros, amados míos, que os habéis parado a escuchar; oajlá
que los brillantes pájaros zumbadores acudan pronto. ¿A quién buscaremos, noble
poeta? –pregunto y digo-: ¿en dónde están las bellas con las cuales pueda
alegrarnos, mis nobles compañeros? Pronto me dirán ellas cantando: -Aquí, oh
cantor, te haremos ver aquello con que verdaderamente alegrarás a los nobles,
tus compañeros.
Condujéronme entonces al
fértil sitio de un valle, sitio floreciente donde el rocío se difunde con
brillante esplendor, donde vi dulces y perfumadas flores cubiertas de rocío,
esparcidas en derredor a manera de arco iris. Y me dijeron: -Arranca las flores
que deseas, oh cantor –ojalá te alegres-, y dalas a tus amigos, que puedan
regocijarse en la tierra.
Y luego recogí en mis haldas
delicadas y deliciosas flores, y dije: -¡Sí algunos de nuestro pueblo entrasen
aquí! Y creí que podía salir a anunciar a nuestros amigos que todos nosotros
nos regocijaríamos con las variadas y olorosas flores, y escogeríamos a
nuestros amigos, aquí en la tierra, y a los nobles en su grandeza y dignidad.
Luego yo, el cantor, recogí
todas las flores para ponerlas sobre los nobles, para con ellas cubrirlos y
colocarlas en sus manos; y me apresuré a levantar mi voz en un canto digno, que
glorificase a los nobles ante la faz de Tloque-in-Nahuaque, en donde no hay
servidumbre.
…El dolor llena mi alma al
recordar, en dónde yo, el cantor, vi el sitio florido…
CANTO DE
TETLEPANQUETZANITZIN, DE CHALCO
Oh amigo mío, vivo afligido,
soy digno de ser llorado junto a ti.
Cuánta compasión merezco yo,
tu siervo.
En el mundo entero eres
invocado, porque tú guías las cosas
y las haces existir un día
sobre la tierra.
Nada estés cavilando,
corazón mío:
acaso allá donde todos son
contados se tiene vida: no hay pena ni dolor,
y se podrá vivir en la
tierra.
Cuando esto advierte mi corazón,
lloro:
es verdad que nos hacemos
amigos, es verdad que se vive en la tierra,
pero te hastiarás alguna vez
de la amistad.
En vano anhelas y persigues
las bellas flores, amigo mío.
¿Dónde podrás lograrlas?
¡Los varones esforzados labran su casa
con valiente pecho y con
ardientes saetas!
Merecerás las bellas flores
con lágrimas de llanto de guerra,
como los que sirven cual
vasallos
a aquel que está cerca y
junto.
CANTO A LOS DE CHIAPA
¿Qué habéis hecho, amigos
míos, otomíes de Chiapa?
Grave daño sufristeis por
haberos embriagado.
Bebisteis el blanco vino y
con él os embriagasteis.
Tomaos bien de las manos los
que habéis caído,
recuperaos, oh amigos;
vayamos a nuestra casa:
allá en la tierra de
primavera cese vuestra embriaguez,
ved el peligro en que os habéis
puesto.
Desde antaño es así el vino
del sacrificio en la tierra:
ofrece peligros y en ellos
mete, por eso se llama “agua divina del combate”,
hace estragos en las gentes,
las destruye y pierde:
allí quedan quebrantada la
preciosa esmeralda y la turquesa,
piedras ricas de los joyeles
de los nobles,
cuando han bebido el blanco
licor florido.
En buen lugar, oh amigo,
estamos cantando ahora.
Vamos, bebamos en la
Tierra-Florida, en nuestra casa de la Tierra-Florida,
El fragante veneno de agua
de flores del cielo,
las flores cuajadas de rocío
de nuestra casa de Chiapa.
Allí es glorificada la
realeza y el principado,
abre sus corolas la flor del
escudo
en la Tierra-de-nuestro-sustento.
¿Cómo? ¿No oís, amigos míos?
Vayamos, vayamos,
dejemos el vino del sacrificio,
el vino de las divinas batallas.
Bebamos allá, gustemos en
nuestra casa el vino de las fragantes flores,
con el cual solamente se
perfuma y embriaga nuestro corazón,
se hace feliz y se delita
grandemente.
Iremos a libar el licor de
las flores,
en el lugar de la dicha,
donde hay perpetuo verdor,
en la Tierra-Florida, en la
Tierra-de-nuestro-sustento.
¿Qué habéis hecho, amigos
míos? Venid a oír nuestro canto.
CANTO EN LOOR DE LOS
PRÍNCIPES CANTADO POR UN PRÍNCIPE
Con lágrimas de flores de
tristeza,
con que yo concierto mi
canto de poeta,
hago memoria de los
príncipes,
los que fueron quebrantados
cual vaso de barro,
los que fueron a ser
esclavizados a la región donde van todos.
Ellos vinieron a ser reyes,
atener mando en la tierra:
eran plumas finas de
quetzal, y se ajaron y palidecieron;
eran esmeraldas, y se
hicieron añicos.
¡Sean en su presencia los
príncipes,
hayan visto lo que es visto
en la tierra:
el conocimiento de quien
está cerca y junto!
¡Ay de mí, canto tristes
cantos
al traer a la memoria a los
príncipes!
¡Si yo regresara a su lado,
si fuera a asirlos de las manos,
si llegara yo a encontrarme
con ellos
allá a la región adonde
todos van!
Vengan de nuevo a la tierra
de los príncipes,
den ellos también gloria a aquel a quien
nosotros glorificamos,
muy agradecidos, den gloria
a aquel por quien todos viven.
¡Oh, vasallos nuestros,
si al menos aprendiéramos a
ser como ellos,
los que por su privación nos
hemos pervertido!
Por eso llora mi corazón al
concertar
mi remembranza de poeta.
Con llanto y con tristeza
los conmemoro.
¡Si al menos supiera yo que
escuchan el bello canto
que en su loor entono,
allá en la región adonde
todos van!
¡Si con él yo les diera
alegría; si con él yo aliviara la pena
y el dolor de los príncipes!
¿Podré saberlo, acaso?, ¿y
cómo?
¿por mucho que me esfuerce
diligente,
en ningún tiempo iré a
seguir en pos de ellos?
¿Tampoco llegaré a conversar
con ellos
tal como en la tierra?
CANTO DE TRISTEZA
Lloro y me aflijo, cuando
recuerdo
que dejaremos las bellas
flores, los bellos cantos.
¡Gocemos, cantemos, todos
nos vamos,
y nos perderemos en su casa!
Porque no lo comprende así,
amigos míos,
está doliente y se aíra mi
corazón:
no por segunda vez serán
engendrados,
no por segunda vez serán
hechos hijos,
ya están a punto de salir de
la tierra.
Un breve instante aquí al
lado de los demás:
no volverán a existir, no he
de gozar de ellos,
¡no he de verlos más!
¿Dónde ha de vivir este
corazón mío?
¿Dónde será mi casa? ¿Dónde
mi mansión duradera?
Ah, sufro desamparo en la
tierra.
Ofreces y despliegas tu
guirnalda de flores para la frente,
entretejida con plumas de
verde quetzal y dorado zacuán
para ofrecerla en don a los
príncipes.
Mi corazón se viste de
variadas flores y con ellas se adereza;
pero en seguida lloro y voy
ante nuestra madre,
y digo: “Oh tú quien todos
viven,
no te muestres severa, no te
muestres inexorable en la tierra:
vivamos nosotros s tu lado
allá en la mansión del cielo.”
Pero, ¿qué cosa verdadera
puedo decir aquí,
oh tú, por quien todos
viven?
Sólo estamos soñando, como
quien de la cama salta adormilado:
yo hablo cosas de la tierra,
nadie es capaz de decir otra cosa.
Aunque piedras preciosas,
aunque ungüentos finos se ofrezcan,
nadie, oh tú por quien todos
viven,
ninguno de nosotros es capaz
de decir cosas dignas en la tierra.
CANTO EXHORTATORIO PARA LOS
QUE NO QUIEREN IR A LA GUERRA
Estoy tañendo mi atabal, yo
que ando a caz de cantos,
para despertar y enardecer a
nuestros amigos,
cuyo corazón no advierte, en
cuyo corazón aún no amanece;
aquellos que para la guerra
yacen en sopor de muerte,
aquellos que se glorían en
noche de hondas tinieblas:
oíd el canto del alba
florida, que una vez más cae como lluvia
en el Lugar de los atabales.
Los divinos jardines de la
aurora florecen.
Tiñó su rostro en la guerra
aquel que está cerca y junto.
Gratísimos al alma, irradian
cuajados de rocío.
Ved: en nada los estiman,
sólo florecen en vano:
¡Oh amigos, que ninguno de
vosotros los ambicione!
¡Sólo en vano vivirán las
flores, en los jardines
de rojas nutridoras de flores!
Las que embriagan la vida de
las almas
allá sólo existen y abren
sus corolas
en las boscosas montañas, en
los lugares escabrosos,
en medio de la llanura donde
se brinda en la guerra
el divino licor del combate,
allí donde se matizan las
divinas águilas,
allá donde rugen de rabia
los tigres;
donde llueven las variadas
piedras preciosas de los joyeles,
donde ondulan los ricos
colgajos de plumas finas;
allá, donde se
resquebrajaron e hicieron añicos los príncipes.
Esforzados son aquellos
príncipes
que anhelan los jardines de la aurora
cuando se hacen cautivos con
qué propiciar
al que está en el cielo,
el príncipe Ceolintzin que
hace llover Águilas y Tigres,
y les da en don el abrirse
de las flores,
y les embriaga con el rocío
de las flores vivientes.
Pues dudas, oh amigo mío,
cómo tomarás y te harás de esas flores
que en la tierra ambicionas,
sufres al contemplar a los príncipes
entre flores y cantares, ven
a ver cómo nada se estiman
todos aquellos príncipes,
aves doradas, color de rosa,
azules nigricantes y color de fuego,
que se están hermoseando y
tienen bien sabido el campo de combate.
Las insignias floridas del
escudo
la flor del colgajo de pluma
de águila,
con los cuales se enseña a
ser varones a los príncipes,
el florido collar de plantas
olorosas
con que se atavían, los
glorifica,
el bello canto y las bellas
flores:
el precio en su pecho
ensangrentado
que aviva y hace florecer la
guerra florida.
Ya nuestros amigos son los
moradores
de la montaña de negruras.
Oh capitán de Guerra, en el
camino grande
Ofrece presto tu escudo,
yérguete con presteza
convertido en Caballero
Águila, en Caballero Tigre.
CONCURSO DE POETAS EN CASA
DE TECAYEHUATZIN
¿En dónde andas, oh poeta?
Apréstate ya el enflorado
tamboril,
ceñido con plumas de
quetzal, engalanado con flores de oro,
para que deleites a los
nobles, a los príncipes,
a los Caballeros Águilas y
Tigres.
-Ya bajó el poeta al Lugar
de los Atabales,
Ya anda ahí, y despliega y
reparte sus cantos al dador de la vida:
le responde el
pájaro-cascabel:
cantando ofrece flores y
ofrece cantares.
-Sí, ya oigo su gorjeo, sin
duda responde al dador de vidas,
responde el pájaro-cascabel:
cantando ofrece flores y
ofrece cantares,
esmeraldas y plumas finas
llevan tus palabras.
He convocado un festín aquí
en Huexotzinco,
yo, el rey de Tecayehuatzin
he juntado en un concurso a los príncipes,
adornados de piedras
preciosas, ceñidos de joyeles,
y entretejo cual flores a
los nobles.
Vuestro hermoso canto es el
del dorado pájaro-cascabel,
hermoso lo eleváis los que
estáis aquí unidos.
Sobre un cercado de flores
estáis, en floridas ramas
y dais vuestro trino.
-Oh tú, ave preciosa del
dador de vida,
oh tú que has modulado el
canto:
has visto la aurora y al
punto te has puesto a cantar,
en tanto que mi corazón
ambiciona solamente
las flores del escudo, las
flores del que da la vida.
¿Cómo hará mi corazón? ¡Ay,
en vano hemos venido,
en vano hemos brotado sobre
la tierra!
-¿Conque he de irme, cual
flores que fenecen?
¿Nada será mi nombre alguna
vez?
¿Nada dejaré en pos de mí en
la tierra?
¡Al menos flores, al menos
cantos!
¿Cómo hará mi corazón? ¡Ay,
en vano hemos venido,
en vano hemos brotado sobre
la tierra!
-Oh amigos, gocémonos, hay
abrazos por aquí,
ahora andamos sobre la
Tierra-Florida,
nadie pondrá fin a los
cantos floridos
que son perdurables en la
morada del que da vida.
En la tierra región del
brevísimo instante.
¿No será así en la región
misteriosa en que todos se unen?
¿Hay allá alegría? ¿Hay allá
amistad?
O ¿solamente en la tierra
hemos venido a conocernos?
-He escuchado un canto, lo
estoy oyendo,
tañe su flauta –sartal de
flores- el rey Ayocuán:
ya te responde, ya te
responde dentro de las flores
Quiauhtzin, rey de Ayapanco.
-¿Dónde vives, oh mi dios
dador de la vida?
Yo poeta, en todo tiempo te
busco
y estoy triste, aunque
procuro dar placer.
Aquí, donde blancas flores
fragantes,
las ricas flores fragantes
se esparcen en medio de la
primavera,
entre matices, yo te doy
placer.
Sobre la verdeciente
enramada, anda el pájaro-cascabel;
canta, y le responde el
príncipe que deleita a Águilas y Tigres.
-Ya cayeron en lluvia las
flores, comience el baile,
oh amigos, aquí en el lugar
de los Atabeles.
¿En espera de quién estamos,
a quién echa de menos nuestro corazón?
-Oíd, ya baja del interior
del cielo, ya viene a cantar,
ya le responden los niños
que vinieron a tañer la flauta:
-Yo soy Cuauhtencoz y sufro
desamparo:
sólo con tristezas he
aderezado mi florido atabal.
¿Son aún, acaso, fieles los
hombres? ¿Son fieles nuestros cantos?
¿Qué es lo que perdura
incólume?
¿Qué hay que llegue a feliz
éxito?
Aquí vivimos, aquí estamos y
aquí sufrimos, oh amigos.
Por eso he venido a cantar:
¿Qué decís, oh amigos, de
qué tratáis aquí?
-Al concurso enflorado llega
el forjador de cascabeles:
yo vengo a cantar entre
llantos a la casa hecha de flores:
si no hay flores, si no hay
cantares
aquí en mi casa todo es
hastío.
-He escuchado un canto, he
visto en la primavera
al que anda junto a las
aguas florecientes,
al que vive conversando con
la aurora,
al ave color de fuego, al
ave azul, al ave de las mieses,
al príncipe Monencauhtzin.
-Oh amigos, todos los que
estáis aquí
entre el precioso verdor de
las fragantes flores,
venid a recoger flores en
los hermosos prados.
Vea yo, vea al fin a
aquellos
que están haciendo reír a
las enjoyadas flautas,
a los que han venido a
concertar con atabales enflorados,
a aquellos príncipes, y
nobles que en medio de las flores
tañen haciendo resonar los
atabales incrustados de turquesas.
Oíd, rumorea y gorjea en la
rama de los árboles enflorados,
hace oír su cascabel de oro
que sacude y el trepidar de sus sonajas,
el ave preciosa, el príncipe
Monencauhtzin
que con matizados revoloteos
abre sus alas y vuela
en el Lugar de los Atabales.
-Por doquiera ando errante,
por doquiera doy trinos y cantos,
flores fragantes y blancas
han llovido en el patio enflorado,
en medio del ir y venir de
las mariposas.
Han venido todos acá donde
se yerguen las flores,
esas flores que trastornan
los corazones y hacen girar las cabezas:
han venido a esparcir, han
venido a derramar el hilo de sus flores,
la fragancia de sus flores.
Un bellísimo canto resuena.
Es el que alza su canto
Tlaoalteuccitzin: muy
deleitosas son sus flores,
se esparcen sus flores,
blancas y bien olientes son
sus flores.
-Oh amigos míos, en busca
vuestra ando,
uno a uno recorro los floridos
campos y aquí estáis por fin!
Alegraos y conversad unos
con otros,
oh amigos, ya llegó vuestro
amigo.
¿Voy a meterme acaso entre
las flores,
yo, la flor de cadillo, la
flor del muicle?
¿Soy yo acaso un invitado,
yo que soy un mísero, oh
amigos?
¿Yo quién soy? Volando vivo,
yo cantor de flores,
compongo cantares, mariposas
de canto.
¡Hágalos yo brotar de mi
alma, saboréelos mi corazón!
Llego hasta vosotros, he
bajado ya, girando en tierra me posé,
abro mis alas en el Lugar de
los Atabales floridos,
la modulación de mi canto se
alza en la tierra.
Y pues ya estoy aquí, renuevo
mis flores,
entre cantos la hago brotar:
¡aún ahora se componen cantos!
Yo vuestro dolorido amigo,
con las cuerdas de oro ato
mi preciosa ánfora.
Yo vuestro mísero amigo,
atisbo el brotar de las flores,
Con coloridas hojas de
flores he tejado mi cabaña,
desde ella vigilo los campos
cultivados y con ello me gozo.
¡Gozad conmigo!
¡Oh sí, de inmenso gozo te
llenarás
oh príncipe Tecayehuatzin,
ceñido de collares de
flores! ¿Acaso por segunda vez
hemos de vivir?
Tu corazón lo sabe: ¡una por
segunda vez hemos de vivir?
He llegado a las ramas de
los árboles enflorados,
cual colibrí florido me
deleito aspirando su olor,
con el cual deleito
suavemente, gratamente mis labios.
El que da la vida con flores
es invocado.
Nos humillamos y te
deleitamos
en el Lugar de los Atabales
floridos,
¡oh príncipe Atecpanecatl!
Allí está en espera el
tamboril, allí está en espera.
En medio de la casa primaveral
te esperan tus amigos
Yaomanatzin, Micoahuatzin y
Ayocuatzin.
Entre las flores suspiran
los príncipes.
CANTO DE ORFANDAD
¿Qué? ¿Hemos de comer? ¿Con
qué cosa hemos de hallar deleite?
Allá está la vida de
nuestros cantos donde nacieron nuestros ancianos.
Mientras yo sufro en la
tierra, ¡allá donde ellos viven,
se unirán en amistad, se
unirán en festines?
¡No sé si he de despertar un
canto, no sé si he de elevar un canto!
Aquí mismo, en el Lugar de
los Atabales, si ellos están ausentes,
no haré más que yacer en
nieblas y abandono.
Creámoslo, corazón mío: ¿no
es acaso una mansión la tierra?
No hago más que sufrir,
porque sólo en angustias vivimos.
¿Dónde he de cortar, dónde
he de pedir flores
que así una vez más he de
esparcir en la tierra?
¿He de sembrar otra vez,
acaso, mi carne en mi padre y en mi madre?
¿He de cuajar aún, cual
mazorca, he de pulular de nuevo en el fruto?
Lloro: nadie está aquí: nos
han dejado huérfanos.
¿Dónde está el camino hacia
el reino de los muertos,
al lugar donde todos bajan,
a la región del olvido?
¿Es verdad que aún se vive
en la región donde todos se reúnen?
¿Lo creen acaso nuestros
corazones?
En cofre y en arca
amortajada esconde a los hombres
aquel por quien todas las
cosas viven.
¿He de verles allá acaso?
¿Habré de fijar los ojos en
mi padre y en mi madre?
¿Habrán de ofrecerme, acaso,
su canto y su palabra que busco?
¡Nadie está aquí, nos han
dejado huérfanos!
CANTO DE ÁGUILAS Y TIGRES
¡Abrácense los Águilas y
Tigres, en tanto resuenan los escudos!
Los Príncipes están reunidos
en el festín: harán prisioneros.
Sobre nosotros se esparcen,
sobre nosotros llueven
las flores del combate con
que se complace el dios.
Allí es el lugar en donde se
hierve,
donde se anda en
desconcierto, lugar del ardor guerrero,
donde se adquiere la gloria
y se va en pos del escudo,
lugar del peligro, donde el
polvo se difunde.
En ningún tiempo ha de cesar
la Guerra Florida,
duradera es al borde del
río, allí abrieron sus corolas
las flores de los Tigres,
las flores del escudo,
lugar del peligro, donde el
polvo se difunde.
Allí es el perfumado jardín
de los Tigres.
Cayeron flores sobre
nosotros en el campo de la guerra,
sobre nosotros dieron
fragancia, oh los que ansiáis gloria y fama.
Oh las flores ingratas, las
flores del corazón
se han trocado en el campo
de guerra, junto a la batalla,
donde nacen para los
príncipes gloria y fama.
Con los broqueles de los
Águilas
se entremezclan los
estandartes de los Tigres,
se reparten escudos de
plumas de quetzal,
hierven allí y se arrojan
Chalcas,
y los de Amaquemecán que
vinieron unidos
a la estruendosa guerra.
La flecha con estruendo se
quebró,
la punta de obsidiana se
hizo añicos,
sobre nosotros se eleva el
polvo de los escudos.
Hierven allí y se arrojan
los Chalcas
y los de Amaquemecán que vinieron
unidos
a la estruendosa guerra.
CANTO DE YOYONTZIN
Sólo las flores son nuestra
gala,
sólo los cantos al son del
tamboril dan deleite en la tierra.
¿Acaso por mí ha de acabar
esta amistad,
acaso por mí ha de acabar la
unión de los que aquí moran?
Sí, yo soy Yoyontzin, aquí
he celebrado con cantos
a aquel por quien todas las
cosas viven.
Tú, Nezahualcóyotl y tú
Moteuczomatzin, gozad
y dad placer a aquel por
quien todas las cosas viven.
¿Quién sabe si hemos de ir a
su morada,
los que sólo hemos venido a
vivir en la tierra?
Flores sonrosadas y azules
se mezclan con moradas flores.
Ponte en la cabeza tu corona
de flores, oh rey Nezahualcóyotl.
Tenedlo muy presente, oh
Águilas y Tigres,
no durará para siempre esta
amistad:
un breve instante aquí y todos
iremos a despertar a su morada.
Me pongo triste y me aflijo,
yo el príncipe Nezahualcóyotl,
cuando con cantos floridos
recuerdo a los príncipes,
mis antecesores,
aquel Tezozomoctzin y aquel
Cuacuauhtzin.
Si es verdad que se vive aún
allá en la región del Misterio,
vaya yo en pos de los
príncipes y llévele nuestras flores,
y lleve yo mis bellos cantos
a Tezozomoctzin y a Cuacuauhtzin.
Oh, nunca ha de perecer tu
fama, oh príncipe Tezozomoctzin,
ni el canto para ti, con que
lloro y deploro mi orfandad
porque tú te has ido.
Me entristezco y sufro
orfandad:
¡nunca más, nunca más en
tiempo alguno,
vendrás a visitarnos a la
tierra, porque te has ido!
AMISTAD EFÍMERA
He bebido vino de hongos, mi
corazón llora,
sufro desolación en la
tierra, soy un desdichado.
No hago más que pensar en
que no he gozado,
no he buscado el placer en
la tierra, soy un desdichado.
Veo ante mis ojos la muerte,
soy un desdichado.
¿Qué me resta ya que hacer?
¡Nada por cierto!
Algo maquináis y estáis muy
airados.
Aunque somos piedras
preciosas ambos,
aunque somos piedras del
mismo collar los que aquí estamos,
nada puedo hacer ya, algo
maquináis y estáis muy airados.
Amigo mío, amigo mío, sin
duda verdadero amigo,
por mandato de dios nos
amamos:
ojalá pareciéramos
embriagados por nuestras flores.
No se aflijan vuestros
corazones, amigos míos.
Como yo lo sé, también ellos
lo saben.
Una sola vez se va nuestra
vida.
En un día nos vamos, en una
noche
baja uno a la región del
misterio.
Aquí sólo venimos a
conocernos,
sólo estamos de paso en la
tierra.
En paz y placer pasemos la
vida, venid y gocemos,
¡que no lo hagan los que
viven airados: la tierra es muy ancha!
¡Ojalá se viviera siempre,
ojalá nunca hubiera uno de morir!
En tanto vivimos con el alma
rota,
aquí nos acechan y nos espían,
pero aún desdichados, con el
alma herida,
no hay que vivir en vano.
¡Ojalá se viviera para
siempre, ojalá nunca hubiera uno de morir!
CANTO DE HUEXOTZINCAS
He venido, oh
Moteuczomatzin, a atraer y conmover tu corazón,
cual se conmueve una pintura;
lo hago estremecerse
cual sonriente, florida,
brillante mariposa que abre sus bellas alas,
al son de los caracoles de
la guerra sagrada.
Hermosos cantos entono al
son de flauta de esmeraldas,
taño una trompeta de oro.
Yo anhelo tus flores, oh
dios que das la vida,
que se recogen en el cuerpo
de las luchas y se celebran con cantos.
De amarillas relucientes
flores está ceñido mi corazón,
de amarillas brillantes
flores está ceñido mi atabal,
haré un haz de flores en que
perduren sus palabras.
Alégrate y gózate, no
siempre hemos de ir a casa de Moteuczomatzin,
nuestro bienhechor en la
tierra, nuestro bienhechor,
flor fragante.
En la montaña del combate,
por los cuatro vientos,
has venido, oh dios, a
pararte irradiando floridos rayos;
sobre el prado de los Tigres
grazna el Águila que se matizó.
Yo ando volando en su
presencia,
abro mis alas color de fuego
o de dorado zacuán;
cual revoloteante mariposa,
que trémula se cuelga,
al son de los caracoles de
la guerra sagrada prosigue mi canto.
He llegado volando, he
venido de allí de donde está el lago verdeazul:
se agita, espumea, hierve,
resuena estrepitoso,
mientras yo vuelo,
convertido en ave quetzal o en pájaro color turquesa,
he venido desde Huexotzinco
a la medianía de las aguas.
He venido en pos de mis vecinos,
vengo a conocer el rostro del ave preciosa,
del ave turquesa, de la
mariposa de oro, del ave de ricos joyeles,
que vigilan por Huexotzinco,
desde la medianía de las aguas.
En medio del agua
floreciente, donde se confunden
el agua de oro y el agua de
esmeraldas, grazna el brillante ánade,
que al ondular hace
resplandecer su cola.
En lontananza me he puesto
de pie,
fuera de mi hogar sufro,
viva yo, con todo,
perfeccionando cantos
y engalanándolos con flores.
Ah, es tiempo de llorar, veo
mis flores en mis manos,
el canto embriaga mi
corazón. Dondequiera que ando, es la tristeza de mi corazón.
Con un fino ungüento, como a
bellas gemas estimo mi canto.
¡Ojalá las hermosas flores
duren en mis manos!
Como bellas gemas estimo mi
hermoso canto y mis hermosas flores:
¡Oh príncipes, hermanos
míos, gozad, no hemos de vivir siempre en la tierra!
Lloro y mis flores se
sacuden…
¿Irás quizá conmigo a la
región del misterio?
¡Oh, no llevaré flores, yo
poeta: goza, pues, mientras vive, oye mi canto!
Por esto yo, poeta, lloro,
no es la casa del sol lugar de cantos,
no es el reino de los
muertos lugar adonde bajan las bellas flores.
¡Allá, allá, no se
entretejen más!
Vuestra gala y vuestra
dicha, oh príncipes,
no va a su casa, no es lugar
adonde llegue el canto.
CANTO EN LOA DE LOS REYES
Aquí nació la muerte
florida.
Hasta la tierra llegan los
que se formaron en Tlapalla,
nuestros antepasados.
Y con toso, el canto lloroso
se eleva.
Todos juntos estáis ya
colocados dentro del cielo.
Por ellos se llora un cántico.
Sea han ido al reino de la sombra.
No hiciste más que cumplir
el divino mandato del cielo,
por tu parte has muerto, y
dejaste huérfanos y tristes a los tuyos.
No fue disposición humana,
ya se cansó de concederte,
ya a nadie nos conserva el
dador de la vida,
es el día del llanto, día de
lágrimas que aún tu corazón entristece,
oh nuestra madre ¿Dónde se
fueron los príncipes?
No hago más que recordarlos,
y la tristeza invade mi corazón,
cuando recuerdo a Itzóatl
¡No, no se ha de cansar ni fatigar el dios!
Él está morando en la casa
del que da la vida,
nadie tan valiente como él
ha producido la tierra
¿Nosotros dónde iremos? ¡Ah,
la tristeza invade mi corazón!
Fueron siendo llevados,
fueron siendo escondidos en la tierra
los nobles, los reyes, los
príncipes. Nos dejaron huérfanos,
por esos estáis tristes
vosotros, oh príncipes.
¿Dónde anda mi corazón?
En busca de Axayácatl que
nos dejó,
por Tezozomoctli, digo mi
triste canto.
A sus vasallos dejaron la ciudad la ciudad que
ellos, los reyes, gobernaron.
Nunca en verdad cesará,
nunca en verdad se irá,
ni se me hará soportable la
tristeza que ahora expreso.
CANTO DE LOS PÁJAROS
TOTOQUIHUATZIN
Estoy tañendo el tamboril:
gozaos, amigos míos.
Decid: Totototo tiquiti
tiquiti.
Las flores benignas digan en
casa de Totoquihuatzin:
Toti quiti toti totototo
tiquiti tiquiti.
Gócese alegre la tierra:
toquiti toti.
Toti quiti toti totototo
tiquiti tiquiti.
Es de piedras finas mi
corazón: totototo,
son de oro las flores con
que me aderezo:
variadas flores son mis flores
que algún día daré en homenaje:
Totiquiti toti, oh que
canto, tiquiti tiquiti.
Ea, en tu corazón entona el
canto: Tototototo.
Aquí ofrezco vergeles de
rosas y libros pintados:
Totiquiti toti, que algún
día daré en homenaje.
Totiquiti totiquiti tiquiti
tiquiti.
CANTO DE DANZA
Tiembla la tierra. Comienza el
canto,
y tan pronto como lo oyen
se ponen a bailar Águilas y
Tigres.
Venga el Huexotzinca y vea
cómo en el estrado de los Águilas
vocea y fuertemente grita el
mexicano.
En la montaña de los
alaridos, en los jardines de greda
se ofrecen sacrificios,
frente a la montaña de los Águilas
donde se tiende la niebla de
los escudos.
Donde resuenan los
cascabeles,
vence y conquista el
chichimeca,
donde se tiende la niebla de
los escudos.
Hacen estruendo de
cascabeles los Águilas y Tigres,
clavan la mirada a través de
sus escudos de juncias,
con morriones de banderolas
de plumas de quetzal
se agitan los mortíferos
chichimecas.
Ah, fija tus ojos en mí,
por mi esfuerzo me yergo en
la casa de los escudos,
¿no será aquí ninguno de los
que con nosotros estaban?
¿dónde andas?, ¿qué fue de
tus palabras?
Ah, yo nací en la guerra
florida.
En Acolihuacan la de
Nezahualcóyotl
se enardeció la guerra
sagrada,
ha espumeado tu vino de
dioses,
se ha entretejido la
batalla,
ha estado flameando allí
junto a la ribera de las aguas.
Yo estoy de fiesta, soy ave preciosa
del agua floreciente,
elevo mi canto en el cielo,
mi corazón vive en Anáhuac.
En la ribera del agua de
varones difundo mis flores,
para engalanar y embriagar
con ellas a los príncipes.
Sufro yo, sufre mi corazón
de poeta,
en las riberas de las
Nueve-Corrientes, oh hermanos,
a la Tierra Florida, vaya
yo, al lugar donde es uno engalanado.
Yo me aderezo con un collar
de piedras preciosas,
redondas y grandes,
conformes a mis méritos de poeta.
Con el brillo de las piedras
preciosas me hago glorioso,
el canto embriaga mi
corazón, en la Tierra Florida soy engalanado.
Obras de toltecas quedarán
pintadas,
soy poeta, mis cantos
vivirán en la tierra,
con cantos poseerán mi
recuerdo mis esclavos,
me he de ir, he de perecer,
seré tendido en estera de amarillas plumas.
Llorarán mis madres, lloverá
el llanto,
cual se despoja la mazorca
de sus granos, dejando el orujo desnudo,
así seré yo, reducido a un
conjunto de huesos floridos
sobre la ribera del Agua
Amarilla.
¡Ah!, sufro, ya no hay
esclavos ni siervo perforado por las plumas.
Mi atavío de plumas se
redujo a humo Tlapalla,
me he de ir, he de perecer,
seré tendido en estera de amarillas plumas,
llorarán mis madres, lloverá
el llanto,
cual se despoja la mazorca
de sus granos, dejando el orujo desnudo,
así seré yo, reducido a un
conjunto de huesos floridos
sobre las riberas del Agua
Amarilla.
CANTO DE CHALCO
En las juncias de Chalco,
donde es la morada del dios,
el verde luciente tordo
gorjea, el tordo de rojo sonrosado;
sobre las ruinas de piedras
preciosas,
cantando gorjea el ave
quetzal.
Donde se extiende el agua
enflorada,
entre flores de jade, de
rico aroma,
entre las flores llegó el
tzintzincán, con ellas se enlazó y mezcló.
En medio de ellas canta, en
medio de ellas reina el ave quetzal.
Si comenzare yo mi canto, yo
poeta, se entretejerá con brotes de flores,
donde se alza la selva de
flores de fragante rico aroma.
Bailan las flores de
fragante aroma al son del tamboril,
viven cuajadas de rocío y se
esparcen.
Allí se yergue nuestro padre
sol,
en urna de jade, bellamente
ataviado se hunde,
cual ceñido de collares de
turquesas,
mientras llueven flores
entre matices.
Vamos, príncipes, cantemos,
deleitemos al que da la vida,
escríbase ahora un bello
canto florido.
Ya son perfectas las flores,
las flores de primavera,
bañadas están en la luz del
sol.
¡Las varias flores son tu
corazón y tu canto, oh dios!
¿Quién no anhela tus flores,
oh dios de la vida?
El que hace abrir los
capullos de las flores,
el que abre las corolas, las
flores se secan bañadas por el sol.
Yo vengo de tu mansión, yo,
bella flor fragante,
alzo un canto para
distribuir mis flores.
¡Sean libadas, sean
difundidas las olientes flores;
abre sus flores el dios,
vienen de su mansión acá las flores!
CANTO DE CUNA
Al comenzar un canto entre
flores,
al punto tomo en brazos a mi
hijito,
voy a deleitar a mi
enrollado niño;
se digna ser mecido el niño
Ahuizotl.
No llores ya, hijito mío,
gozarás con tus flores y tus sonajas.
Yo, doncella mexicana, estoy
meciendo al Anáhuac:
en mi cuna hecha de escudos
llevaré a cuestas,
en ella tenderé a mi hijo de
la guerra florida.
Resonarán los cascabeles, y
yo lloraré; ay hijo mío, de la guerra florida.
De fragantes flores es la
leche de mis pechos,
perfumadas flores hemos
entretejido, oh varoncito Ahuizoton,
en tanto duermes, se alegra
con flores tu corazón
oh varoncito Ahuizoton.
Van a prepararse la tiza y
las plumas,
las flores del llanto, las
flores del escudo
ondulan relucientes, se
revuelven agitadas,
en las murallas de Atlixco
juguetean.
Sí, las flores de nuestra
guerra van a entremezclarse,
los hombres de Chalco las
llevarán a cuestas,
el Árbol florido se yergue
en Huexotzinco,
en las murallas de Atlixco
juguetean.
Ah, rollito, seas liado; no
llores, hijito mío:
recostaré tu cabeza en tu
cunita,
vendrá tu padre, oh
Ahuizoton y te mecerá.
Mi corazón lo sabe, yo te he
formado,
vendrá tu padre, oh
Ahuizoton, y te mecerá.
Oh hermanito mío Ahuizoton,
no crezcas mucho,
ay, que recordarás a tu
hermano Axayacatón.
¿Cómo estás, hermanito? ¿Te
pones a llorar niñito?
Oh deseado niño, ven que se
te cargue,
que yo te tome en brazos, que
yo te dé gusto,
que te aquietes y calles, oh
niño deseado.
Oh flores que habéis brotado
y abierto la corola,
aquí vamos a ver al lindo
niño Ahuizoton:
que te aquietes y calles, oh
niño deseado.
Con flores de escudo afeité
mi rostro,
con la batalla está humeando
mi cintura,
como deseaban los que nos
hicieron frente.
Cual flores de guerra se
estima mi pintura facial.
Los hombres, oh hermano, oh
niñito, los hombres se convocan.
-¡Ahuizoton, sal!- Ay, tu no
saliste.
No salgas, hermanito mío.
Cuando escucho el canto, yo,
doncella,
tomo en mis brazos a mi hermanito
para llevarlo.
Iremos a ver a Ahuizotl allá
donde se cubrió de flores
el Árbol Florido y se va a
entretejer guirnaldas de flores,
y el canto se desgrana para
Ahuizoton.
Pienso en ti, mi criatura,
oh rey Ahuizotl,
¿no has obrado así acaso,
corazón mío?
¿He de olvidar lo mismo tus
cantos que tus palabras?
¿No has obrado así, acaso,
corazón mío?
Atado niño mío, llevado a
cuestas,
que yo te haga bailar, que
hayas venido en bien,
florido niño.
Ya los bellos brotes de
flores abrirán su corola,
que hayas venido en bien,
florido niño,
viene a darte placer el hijo
del deseo.
A casa al fin hemos llegado,
varoncito mío, abuelito mío,
en mi hamaca has de ser
colgado, en nuestra cama,
por Tamoachan, por la Tierra
Florida irás a vagar,
oh compañerito.
Me pinto el rostro de
afeites, oh hermanito mío,
¿cómo me ves, abuelito, hijo
del deseo? Sartales de
flores teje mi pintura.
Blancas flores perfumadas
entrelazan
mis manos de doncella, para
abrazar con ellas mi
criatura, al niño del deseo.
CANTOS DE PRIMAVERA
I
El quetzal florido y el
quéchol se gozan:
se gozan entre flores y con
ellas se alegran.
Sólo libando variadas flores
segozan:
se gozan entre flores y con
ellas se alegran.
Incrustados de turquesas
están tu cuerpo y tu corazón,
oh príncipe chichimeca
Telitl: es una esmeralda tu corazón,
es una flor preciosa, flor
blanca y perfumada: ¡Gocemos!
Viniste a enlazar en el
Árbol Florido risueñas flores:
en Tamoachan, lugar de
brillantes flores,
éstas abren sus corolas, la
raíz misma es flor,
y entre lucientes flores
cantas, oh extranjero,
lo deleitoso que oíste, lo
que allá oíste entrelazar. ¡Gocemos!
No dos veces se viene a la
tierra:
oh príncipes chichimecas,
gocémonos:
no pueden ser llevadas las
flores a la región de la muerte:
sólo se han dado en préstamo…
¡es verdad, es verdad que nos iremos!
¡Sí en verdad, en verdad nos
vamos,
en verdad hemos de dejar las
flores y los cantos y la tierra:
en verdad nos iremos!
¿Allá donde vamos cuando
morimos, ay, allá donde vamos,
aún en verdad vivimos? ¿Es
aún lugar de vida?
¿Es aún lugar en que hace
felices el que da la vida?
Por tanto, sólo acá en la
tierra es donde perduran las fragantes flores
y los cantos, que son
nuestra felicidad y nuestra gala.
¡Gozad, pues, de ellos!
Gozad, príncipes
chichimecas, porque hemos de ir a su morada,
a la mansión de la muerte,
oh príncipe Popocatzin,
y tú, extranjero,
Acolihuatzin: habréis de encumbrar la montaña:
nadie ha de quedar en la
tierra, donde perduran las fragantes flores
y los cantos que son nuestra
felicidad y nuestra gala.
II
Está triste mi corazón de
poeta,
sufro porque sólo cantos y
flores atesoro sobre la tierra.
¡Hablen en vano los que nos
odian, los que quieren nuestra muerte:
todos tenemos que ir a la
mansión de la muerte!
Si alguna vez te cansares,
te mostrares negligente,
habrás escondido tu gloria y
tu fama en la tierra.
¡Hablen en vano los que nos
odian, los que quieren nuestra muerte:
todos tenemos que ir a la
mansión de la muerte!
¡Pueda uno vivir en la
tierra en todas partes,
oh tú, por quien se vive, cuando
haya que bajar,
cuando uno tenga que ir a tu
casa!
Allá en la región donde el
mortal desaparece,
tendré que olvidar nuestros
cantos, nuestras flores,
cuando haya que bajar y
tenga uno
que ir a tu casa.
¡Ay, así sufrimos, muramos
así: ojalá ya hubiera sido!
¡Que hablen en contra
nuestra, que nos riñan Águilas y Tigres!
¡Hablen en vano los que nos
odian, los que quieren nuestra muerte!
¿Cómo puedes hacerlo?, ¿cómo
puedes tomar sus flores?
Ah, en donde se recogen o no
se recogen, es el lugar difícil,
el lugar donde se adquiere
gloria, en medio del campo de guerra.
Aun cuando obren con paz, no
confiéis:
¿dónde está el lugar de la
luz, pues se oculta el que da la vida?
¡Que hablen los que nos
odian, los que quieren nuestra muerte:
todos tenemos que ir a la
mansión de la muerte!
Ah, sentid dolor, oh
Tezcacóatl y Atecpanécatl,
aun cuando estéis ataviados
con collar de esmeraldas,
aun cuando os sintáis
orgullosos y confiéis en él,
¿dónde está el lugar de la
luz, pues se oculta el que da la vida?
III
¿Es verdad que vives allí,
en la tristeza, oh dador de la vida?
Tal vez sí, tal vez no, como
dicen. No se aflijan vuestros corazones.
¿Cuántos podrán decir si es
verdad o no es verdad?
¡Cuán difícil te muestras de
conocer y de mudar,
oh dador de la vida! No se
aflijan vuestros corazones.
¡Oh dador de la vida, yo
sufro: ¿acaso nunca será?,
¿acaso nunca habré de ir a
tu lado?
Te distribuyes amoroso, y de
tu poder viene
la felicidad, oh dador de la
vida:
las flores valiosas, las
flores fragantes,
esas mismas que yo ambiciono
y por las que sufro.
Esmeraldas y plumas de
quetzal en abundancia
son tus palabras y tu
corazón, padre mío, por quien se vive:
tu ves al que sufre y al
sufrimiento:
un breve instante, y estaré
junto a ti y a tu lado.
Abren sus corolas de piedras
preciosas tus flores,
oh dador de la vida, brotan
en sembrados las flores,
abren sus corolas de
brillante turquesa:
un breve instante, y estaré
junto a ti y a tu lado.
Oh, yo no gozo, no tengo
bienestar, no saboreo bien en la tierra:
así he vivido, así nací:
sólo infortunio he gustado al lado de los otros.
Téngase por prestada esta
tierra, oh amigos.
Mañana o pasado, según tu
fallo, oh dador de la vida,
hemos de ir a su casa, oh
amigos míos, ¡gocemos!
CANTO DE COSAS CHICHIMECAS
En la florida estera de los
Águilas,
con manojos de flores
divinamente labradas,
hace brotar su bello canto
mi príncipe Moteuczoma el chichimeca.
¿No mora acaso en la región
de la muerte
y llora en la escalera de
jade, a las riberas del mar divino?
Tu morada está hecha de
pétalos de esmeralda,
cuyo follaje son plumas de
quetzal y que abren sus corolas de oro,
oh mi príncipe chichimeca
Moteuczomatzin.
¿No mora acaso ya en la
región de la muerte
y llora en la escalera de
jade, a las riberas del mar divino?
-Tened presente, traed a la
memoria cómo perdura
mi muralla allá en
Acapehchocán, reluciente de gajos de plumas,
entre las laderas del
Matlacueye, donde hubo llanto y lamento
de los príncipes
chichimecas.
Tan pronto como vine a la
vida, tan pronto como nací,
yo el chichimeca Moteuczomatzin,
mi lanza venía a perforar,
yo la blandía con mi pulsera blanca.
¿No a la verdad es flor
preciosa, muy anhelada y ambicionada
morir con muerte florida,
morir con muerte deleitosa,
la de Tlacahuepantzin e Ixtlilcuechahuac?
Se elevan como el Águila
Blanca, se entreveran como el ave Quetzal,
con las aves color de fuego
se han matizado
dentro del cielo Tlacahuepantzin
e Ixtlilcuechahuac.
-¿Dónde váis, dónde váis?-
Al lugar donde se logran las plumas finas,
al campo de guerra, al lugar
de los dioses:
allí donde se tiñe de rojo y
amarillo para la guerra
nuestra madre Itzpapálotl
(Mariposa de obsidiana), al campo de batalla.
Cuando el polvo se levanta
en medio del combate,
se angustia el corazón del
dios Camaxtle:
oh Matlacuiyetzin, oh
Macuimalinaltzin,
la flor de la batalla durará
en vuestras manos como antes duraba.
¿A dónde iremos que no haya
muerte? ¡Ah va a llorar mi corazón!
Esforzaos: nadie vivirá aquí
para siempre.
Diligentes llegaron a morir
los príncipes:
como ellos se enardeció mi
corazón.
Esforzaos: nadie vivirá aquí
para siempre.
Agitándose entre flores va y
viene el lúcido quéchol:
perfumadas flores rojas se
esparcen,
perfumadas flores blancas se
derraman y llueven:
ah, éste es el lugar donde
las flores perduran.
Con ellas engalanaos, con
ellas sed felices,
aquí en este florido
concurso:
son flores de dolor, es el
dolor que se esparce y derrama.
Canta, oh chichimeca
Moteuczomatzin,
verde esmeralda, libro
cubierto de pinturas es tu corazón:
aves doradas y sonrosadas
revuelan sobre el licor florido.
Descansa aún, oh vecino mío, modelo de
príncipes,
Moyeuczoma,
entre los árboles del cacao,
donde se yergue la Flor de nuestra carne:
aves doradas y sonrosadas
revuelan sobre el licor florido.
Canta aún, oh Moteuczoma,
fija tus ojos en el templo;
al ir subiendo, fija los
ojos en el lugar donde penden ricas plumas.
Donde los hombres nacen,
convertidos en aves enfloradas de oro,
canta el otomí: es que te
llora a ti, oh chichimeca…
Está él, junto a mí, entre
montañas de plumas de quetzal:
fijad la mirada, vecinos
tlaxcaltecas: allí está vuestro padre.
En estera de pintadas flores
reina:
el ámbito interior del cielo
en su morada.
Mi muerte florida: las
flores de mi lanza abren su corola.
Canta porque se ha ido el
otomí, águila de collar,
nadie puede entender ni
comprender su lenguaje que imitamos.
Oh, jamás acabará el plumaje
de quetzal del rey Axayácatl:
se hacen cañas de piedras
preciosas, se hermosean sus joyeles de collar:
nadie puede entender ni
comprender su lenguaje que imitamos.
Aun en mi canto sufro, sin
embargo, alzo mi canto:
haced otro tanto en vuestros
corazones,
pero en verdad yo soy
ciertamente otomí.
¿Dónde se ha posado ahora?
Puede elevar su bello canto,
puede aquí tomar sus flores
y su sonaja:
Gozad, yo por mi parte soy
otomí.
Yo desprecio las flores,
nada es mi canto:
soy musaraña de las
montañas, felices vosotros amigos míos,
cuyo corazón al parecer está
matizado de multicolores gemas.
Yo ambiciono los cantos que
ofrecen los hombres de las juncias,
cuyo corazón al parecer está
matizado de multicolores gemas.
Se esparcen las flores, se
hermosean las flores del blanco otomí:
dentro de la cabaña está el
otomí, cual zacuán.
Con vuestras orejeras
multicolores os habéis hecho gloriosos,
oh mexicanos, dentro de la
cabaña del zacuán otomí.