Carlos
Mastronardi (Gualeguay, 1900 – Buenos Aires, 1976)
SERENATA
Te
quiero a lo Machado (como Manuel). No temas,
no
buscará mi anhelo tu espectro desasido
por
el pueblo nocturno donde arraiga el ladrido,
junto
al rancho que esconde tus soñadas diademas.
Tiemblan
perdidas luces. El cielo fue inclinado
por
esta sombra amiga de mis noches de amante.
Vuelvo
a tu senda y sufro la tiniebla; no obstante
he
llegado. Aquí estoy. No estás pero he llegado.
Manuel
solía quedar inmóvil sin voz,
sus
ojos como absortos, sus noches como ruinas,
pero
los dos murieron ricos de amor. Caminas
hacia
mí? Reaparece la luna y baila un Dios.
Si
mi boca es solícita pueden venir las aves;
con
flores he inventando muchachas a mi pena.
Soy
yo quien te conoce, soy yo quien te serena
de
mi duelo; no temas, la música lo sabe.
Vuelan
como pájaros mis reinos cuando canto;
mas
si fuera en el día aún menos los verías:
los
astros son las alas. No sé si volverías
si
el plazo diese el año. Tal vez no te amo tanto.
Con
sus largos silencios los ángeles predican;
la
soledad desune los rostros decaídos,
juegan
gozosas flores, el muro alza maullidos,
y
siempre están los sueños que nunca se dedican.
Sal
ya, vámonos juntos, líbrame del castigo
recóndito
de amarte. Como arroyo que brilla
con
la luna, en tus ojos yo quiero ver Mansilla.
De
niño yo decía: “Abre las alas, ven conmigo”.
Vayamos
como a un viaje que nunca emprenderemos,
con
sombras navegadas que alegres contemplamos.
Las
sombras corren vívidas… sólo nosotros… ¡vamos!
Adiós,
ciudad incógnita. Ya nunca volveremos.
Ya
nunca volveremos. Un pájaro te viste,
ya
sol es la mañana, ya nada será cierto;
tus
ojos tan cercanos, como la luna, han muerto.
No
asomaste, no sabes que anoche estuvo triste.
SABOR DE BUENOS AIRES
Anduve
solo y perdido
en
la neblina del barrio.
Cuando
en cada café y en cada esquina
se
me ganaba al corazón un tango.
Buscando
sabor de Buenos Aires
pasé
por unas calles que hoy cambiaron
y
en los mismos cafés vi hombres solitarios
que
de su juventud vinieron con sombreros,
y
así nomás quedaron
leyendo
un viejo diario.
Sentí
todo el sabor de Buenos Aires
llegando
del pasado
caminando
por las calles de recuerdos palpitantes
y
en un umbral, sentado, igual que antes
oyendo
un viejo tango,
vi
un hombre silencio;
callado,
parecía misterioso
cantando,
era el patrón de Buenos Aires.
EL FONDO DE LA COPA
El
viejo don del llanto vuelve a cansados ojos
cuando
los turbios días desandan los espejos,
y
se despide el fuego de los árboles lentos
que
desolan los límites del ocaso y del hombre.
El
amargo deseo se dilata y encona
en
el oro nostálgico de la edad numerosa,
pero
los agresores del placer hecho nardo
no
saben que destinan la piedra a su sepulcro.
Liviana
gente de humo combate la demencia
del
tierno sublevado. El cielo es un desierto,
y
la estrella que gira fogosa junto al lecho
se
gasta lentamente mientras su luz aumenta.
El
vano anhelo fulge como tu cuerpo claro,
y
aún defiende una rosa la mano de la muerta.
Sabes?
Los ojos ávidos del piloto han querido
durar
más que las aguas donde se goza el vértigo.
La
luz deja los cielos y tarda en el abismo.
El
azul se puebla y el fuego está en la tierra,
mientras
desde lo bajo surgen los hondos gritos
y
los astros se pierden en nuestra sangre sola.
Niegas
las puras dádivas que labraste en los años,
se
obstina en el beso tu puñado de polvo,
en
tanto que la lucha florida y perdurable
del
reversible Fausto, conmueve tu crepúsculo.
Ya
invierten las estrellas el rumbo que seguías,
y
tu barro enardeces cuando el alma ha crecido.
Prolongan
vivas músicas los pasos que se apagan
y
pides al invierno la insensatez dichosa.
De
tu misión reniegas cuando los vientos tuercen
los
jardines magníficos hacia la tarde rota.
Tu
anhelo, trabajando sobre claras cenizas,
enciende
absurdas lámparas bajo el abierto día.
LA LIBRETA DE BOLSILLO
Las
otras noches,
en
la soledad del café,
después
de hojear el diario y vaciar mi pocillo,
extraje,
distraído, la pequeña libreta
en
que anoto las direcciones
y
los nombres de amigos y conocidos,
como
se acostumbra en toda gran ciudad,
donde
los signos, las útiles convenciones
sustituyen
a los árboles y las estrellas
que
orientan en el campo nuestros pasos.
Comprendí
entonces que en la libreta auxiliar
pese
a sus frías referencias, es mi concisa historia,
pero
está vieja y colmada de señas
de
modo que deberé reemplazarla
por
si el porvenir aún me trae
personas
o lugares agradables.
(Al
principio con aire negligente
sin
buscar nada preciso
y
después con espíritu (ánimo) curioso).
Repasé
sus viejas páginas,
escritas
por mi mano y que conservan
informes?
que asenté hace muchos años.
Estas
hojas descoloridas y atestadas
ya
no permite que el mundo irrumpa en ellas,
y
si en verdad se agotaron antes que mi vida,
deberé
acudir a otras,
por
si algo me acontece todavía.
Mi
lectura abarcaba muchos años,
y
así pude dar con gentes inciertas,
como
quien vuelve por un camino oscurecido.
Nombres
casi olvidados, señas de casas
que
visité sin dudas, hoy no me dicen nada:
quedan
en el papel, no en la memoria.
(las
retiene un papel?).
Aquí
hay un Alberto Amable que se borró por completo;
quizá
era el traficante de libros
que
mantuvo trato conmigo
pero
del que nada recobro,
y
también doy con Laura,
la
muchacha que anduvo por mis años
a
quien yo saludaba y única,
hay
apenas palabras sin imagen,
pues
todo lo olvidé, y ni siquiera
me
es dado reconstruir su rostro lejanísimo,
que
se suma a este séquito de sombras.
Incluye
mi lista un Abelardo;
pienso
en aquel risueño condiscípulo.
Esto
es cuanto persiste de aquel lejano amigo,
al
que hace treinta años vi por última vez,
y
de quien no recuerdo (retengo) ningún (rasgo) distinto,
salvo
su fuerza y su audacia en el gimnasio,
cuando
dejábamos las atentas clases.
Aquí
hoy… no (recobro) otra cosa de aquel lejano amigo.
No
sé quién puede ser este Julio insondable,
ahora
convertido en inútil palabra;
sospecho
que el excéntrico, estudioso muchacho,
que
anduvo extintos reinos, brilló en antiguas guerras,
y
aplicado a la historia, ensueño hereditario,
rechazó
a la concreta joven que lo quería
pues
se había enamorado de Diana de Poitiers.
Inocentes,
precarios, distraídos y nostálgicos,
quienes
están ausentes de mi vida
sin
puñales me apagan y destruyen,
pues
también su memoria, como es inevitable,
está
llena de muertos insepultos.
Así,
mientras repaso tantos nombres ociosos,
cuyos
dueños salieron de mi ámbito,
pienso
que unos son polvo pero que otros
perduran
como intrusos en el mundo,
a
la vez que vivientes (extinguidos),
desvanecidos,
sueltos, vaporosos.
Nada
puedo decir, tampoco, de Rolando,
de
modo que deberé borra su nombre vano (inútil).
Algo
vuelve de él, ya sé, queda alguna huella (algún rastro),
y
es el hecho mortal que presenció en el campo,
cuando
era el más alegre de la fiesta.
Recuerdo
que furioso y absurdo en su justicia,
mató
al caballo que arrastró una legua
a
su agónica hermana (novia) pisoteada.
Sólo
esa tarde negra, el resto se me escapa;
su
voz y sus facciones de perdieron.
(Aquí
hay gratas personas cuyos rumbos ignoro,
pero
que muchas veces caminaron conmigo).
Residuos,
letras vanas, precisiones sin nadie, amigos misteriosos.
Tendré
que desecharlos cuando lleve
a
una nueva libreta las señales
de
los que reconozco y puedo ver. Entonces
quedarán
muchas páginas en blanco,
tan
despobladas como el presente del viejo.
Seré
en ese momento el capitán que vuelve
de la batalla, y al frente de los suyos
hace,
grave, la cuenta de las bajas.
Amigos
invisibles y rostros olvidados,
cuántos
sepulcros, digo, cavamos en nosotros.
Yo
también seré un nombre sin sentido
en
la libreta de otro, que algún día
habrá
de suprimirme con una tachadura.
ADEVRSUS POETA I
En mangas
de camisa, el ojo intenso
y huracanado
el pelo,
con un
empeño cuyo fin no es otro
que
sobornar el tiempo venidero y reducirlo
(para
imponerle una imperiosa imagen)
a una
imagen, quebrando así la norma
de hierro
que lo tiene aprisionado
cumple la
empresa de Ícaro,
y su querer
desmesurado borra
la triste
sucesión, que nos disuelve
(la triste
realidad, con inocencia)
vela en la
noche laboriosa y larga
feliz y
cierta de que se confronta
(en la
feliz certeza)
con todas
las edades, así dispuesto
tiende a
olvidar su condición precaria,
trabaja en
unas sombras, las ordena
(con)
prolijo deleite, y obstinado
suda su
dios con dicha persistente.
…anhela
convertir sus pobres sueños
en cuerpo
vivo, en ser invulnerable…
…como
queriendo
engañar a
la muerte con ritos y palabras
…se aparta
de la
sencilla gente que se aviene
al orden
natural de las cosas
…una grata
quimera, un deseado fantasma
…una
insaciable sombra que pretende
ir más allá
de lo que puede un hombre,
…locos
felices que esperan todo
del mañana
invisible y caprichoso.
…pues
majestuoso y grave se dedica
a (construir)
las burbujas que sin tregua
arroja
satisfecho hacia el futuro.
…los domina
un delirio que las almas
humildes y
sensatas no comparten…
…el dichoso
insensato que se afana
por conquistar
los vagos reinos (imperios) donde nunca
(someter
inciertos países)
pondrá el
pie…
Afianzado,
exultante en su demencia
-un
desvarío que todo lo organiza-
ADVERSUS POETA II
En mangas
de camisa, el ojo intenso
y huracanado
el pelo,
con un
empeño cuyo fin no es otro
que
sobornar el tiempo venidero y reducirlo
para
imponerle una imperiosa imagen
a una
imagen, quebrando así la norma
de hierro
que lo tiene aprisionado
cumple la
empresa de Ícaro,
y su querer
desmesurado borra
la triste
sucesión (realidad), que nos disuelve (con) inocencia
vela en la
noche laboriosa y larga
en su
certeza feliz y cierta de que se confronta
con todas
las edades, así dispuesto
tiende a
olvidar su condición precaria,
trabaja en
unas sombras, las ordena
(con)
prolijo deleite, y obstinado
suda su
dios con dicha persistente.
Anhela
convertir sus pobres sueños
en cuerpo
vivo, en ser invulnerable…
…como
queriendo
engañar a
la muerte con ritos y palabras
…se aparta
de la
sencilla gente que se aviene
al orden
natural de las cosas
…una grata
quimera, un deseado fantasma
…una
insaciable sombra que pretende
ir más allá
de lo que puede un hombre.
…locos
felices que esperan todo
del mañana
invisible y caprichoso.
…pues
majestuoso y grave se dedica
a (construir)
las burbujas que sin tregua
arroja
satisfecho hacia el futuro.
…los domina
un delirio que las almas
humildes y
sensatas no comparten…
…el dichoso
insensato que se afana
someter
inciertos países donde nunca
por conquistar
los vagos reinos (imperios) donde nunca
pondrá el
pie…
Afianzado,
exultante en su demencia
un desvarío
que todo lo organiza.
MOTHER O LA VEJEZ
Zaguán
sin cartas. Nadie acude.
Al
piano, un vals que bailó el 900. Toca ese
vals,
curvada y mínima sobre el teclado.
Disgregación
general. Maleza en los patios.
Objetos
sin dueño.
Como
en la infancia: nada tiene sentido.
PRINCESA
Princesa!
En celar el destino de
la
Hebe que despunta sobre esta
taza,
con el beso de nuestros
labios,
gasto mis fuegos, pero…
Para
que el Amor con ala de
abanico
me pinte en él, la
planta
entre los dedos y adormeciendo, etc.
(Tumba)
Para cumplir tan sólo,
un
cándido acuerdo, sin beber
o
contener su aliento él bebió allí,
un
poco profundo arroyo calumniando: la muerte.
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