CANCIÓN DEL SOLDADO
¡Duro es ser enviado a la
guerra lejana!
Se está errante, disperso en
los cuatro confines;
al sur, has de subir las
cumbres escarpadas;
al norte, has de velar sobre
la gran muralla.
Los abismos se extienden, estrechos
y profundos,
los montes se levantan
abruptos y salvajes.
El ejército marcha como un
extenso brazo,
indicando las rutas del
desierto de arena.
Has de sufrir la angustia de
los calores tórridos,
has de ser asaltado por los
vientos helados.
A veces los estíos calcinan
los boscajes,
a veces el invierno hiela y
cubre torrentes.
Los Hunos a caballo se juntan
como nubes,
las banderas del Sur relumbran
más que astros,
le ve cómo las flechas tras de
las flechas vuelan.
El canto de su paso sin tregua
se sucede.
Se come en la mañana sin
quitarse las armas,
a la noche se duerme en la
lanza apoyado…
¡Qué duro es que te envíen a
la lejana guerra,
cuán grande es el dolor que el
corazón oprime!
ADIOS ETERNO
No hay camino de vuelta,
se va, y no se vuelve nunca.
Cuantos más años pasen,
el muerto estará más lejos.
No hay ningún camino.
¿A dónde ir a buscarlo?
Los árboles del patio
se deshojan,
las yerbas sobre la tumba
cada día son más ásperas,
Más ásperas.
LA LUNA SE RENUEVA
El hombre vive sólo un
instante,
la luna se renueva.
¿Qué haríamos para conservar
la plenitud de la vida?
La luna se renueva.
El bien y el mal me siguen,
confundidos.
Dentro de cien años, ¿quién de
nosotros estará?
Es triste ver cómo los ríos
huyen.
El presente se escapa, no
podemos seguirlo.
La luna se renueva.
No sirven de socorro ni la
virtud ni el renombre.
Eran perfectos los sabios de
otros tiempos.
Por todas partes se extendía
su fama.
¿En dónde están y en dónde se
conserva su nombre?
La luna se renueva.
Es difícil establecer el
mérito;
en toda empresa grande es tan
común errar…
¿Cómo saberlo si nada
sobrevive?
Lleno de pena el sabio
suspira,
sólo puede suspirar
profundamente.
CANCIÓN
Un viento suave corre el
bosque, soplando tenuemente;
las ramas, alargando sus
hojas, crean la sombra;
zurean las torcazas, baten
alas, se buscan;
a lo lejos, las oropéndolas
chillan.
Yo pienso que el tiempo huye y
mi corazón se quiebra.
Los soles y las lunas se
suceden sin pausa,
toda distancia en un instante
se recorre.
Poco a poco los mortales
desaparecen;
su brillo es un fulgor, se van
y no regresan.
Mi pensamiento sufre sin poder
desatarse.
Antes yo era joven,
despreocupado, y me asombraba
ver a los hombres apresurarse
a gozar los menores momentos.
Me preguntaba: ¿Por qué tan
apresurados, qué buscan?
Ahora se que la razón les
acompañaba.
Una vez viejos, la edad viril
se extingue.
Después de la elevación, es
necesaria la caída.
La noche es oscura y sin
límites.
¿Cómo no apresurarnos cuando
aún tenemos tiempo?
¿Un poco de alegría antes de
reposar eternamente?
¿A quién legaríamos los amores
que aún no hemos agotado?
El hombre que vive en el mundo
busca la calma;
cuando la consigue se alegra.
Pero los caminos del mundo son
innumerables y extensos;
las penas se cruzan, los
dolores se confunden,
la vejez llega pronto. Suspiremos
largamente.
CANCIÓN BREVE
Estoy bebiendo vino en la sala
alta.
Mientras bebo, canto
tristemente.
La vida humana velozmente
huye,
como a la aurora el rocío
desaparece.
El tiempo no puede regresar
sobre sus pasos,
la flor no puede volver a
florecer,
la petunia se muestra en
primavera,
la gardenia, en otoño.
Es triste que queden pocos
días delante,
es triste haber dejado tantos
días atrás.
El presente no me da ya
alegría.
Oigo cantar el grillo.
Cuando estamos juntos, ése es
mi júbilo;
cuando nos separamos, ésa es
mi tristeza.
¿Cómo no penar,
cómo olvidaros nunca?
Aunque el vino sea excelente,
aunque el festín sea
exquisito,
termino mi breve canción.
La larga noche no tiene fin.
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