LOS DESVELOS DEL DOXÓGRAFO

La tradición doxográfica consistía en recopilar, de diversas maneras, las opiniones de terceros autores.
¿Es posible otra escritura?
En la historia, los nombres y las fechas son circunstanciales, mojones arbitrarios y consuelo de nuestras íntimas aspiraciones. Un nombre y una fecha no son más que una ilusión, que nos permite velarnos, espejarnos en el otro. Tal vez, para ocultar y evidenciar que no somos más que objetos tallados con la inmaterialidad de la palabra; objetos de sentido incierto, aunque a veces verosímil.
Somos hablados, decimos lo dicho. En el mejor de los casos armamos, con unas cuentas coloridas y los espejos que nos circundan, un universo de probabilidades imposible de explorar en una vida.
Sin embargo, hablamos. Nos hacemos a la mar en pos de Las Molucas demostrando que el encuentro, la metáfora, no es más que un accidente imprescindible.
La metáfora, multiplicadora de sentidos, siempre necesita del otro, que se los otorga. Se es dicho, bien o mal, pero se es dicho. Construcción colectiva, en la que el destino de cada letra que la forja ha extraviado la causalidad.
Somos meros vectores del lenguaje. Cada quien se las arregla, de alguna manera, con las voces que lo habitan. Todo otro ideal pareciera casi alucinado.

Jorge Pablo Yakoncick.







sábado, 30 de junio de 2012

Lo que es y no (es), según Parménides.


Parménides, “Fragmentos Probablemente Auténticos”, Los filósofos presocráticos, t. I, Gredos, Madrid, 1994. Traducción e introducción: Conrado Eggers Lan y Victoria E. Juliá.

Principales problemas que presenta el estudio de Parménides*
*Conrado Eggers Lan y Victoria E. Juliá.

En relación con los anteriores pensadores (…), y en espacial si lo comparamos con Heráclito –que es el que nos ha legado, entre esos filósofos ya tratados, mayor número de “fragmentos”, es decir, de presuntas citas textuales-, el panorama aparece un poco más despejado en Parménides, al menos en lo concerniente al estado del material con que podemos intentar reconstruir su pensamiento.
No es que no existan problemas de lectura de los manuscritos, ordenamiento de los textos, etc., pero ellos resultan, en principio, considerablemente menores por una razón de importancia: Parménides ha escrito en verso –más concretamente, ha hecho constante uso del llamado “hexámetro homérico”, y ha escrito una sola obra, con una cierta organización interna y un plan inclusive explicitados cuando menos dos veces. Poseemos, es verdad, sólo 19 fragmentos considerados “auténticos”, pero de uno de ellos (el primero) conservamos –gracias a Sexto Empírico- por lo menos 30 versos, a los cuales podemos sin mayor duda añadir otros 2 que (junto con los 2 últimos de la transcripción de Sexto) cita Simplicio; de otro de ellos (el octavo), Simplicio ha preservado, a través de su transcripción, nada menos que 61 versos. Los otros son más breves (uno de 9 versos, uno de 8, uno de 7, tres de 6, tres de 4, uno de 3, uno de 2 y seis de 1), pero los dos más extensos ofrecen pautas para su tratamiento. En efecto, hacia el final del primero, que tiene carácter de “proemio” se hace el anuncio de que se hablará de dos cosas: de la Verdad y de las opiniones humanas. El primero de esos temas es notoriamente abordado en el segundo fragmento y en la mayor parte del extenso octavo; al llegar al verso 50 de este último, con palabras parecidas a las del anuncio del plan hecho al fin del “proemio”, se nos avisa que hemos llegado al término del primer tema, y que pasamos ahora a enterarnos del segundo. De este segundo ya en el mismo fragmento octavo se nos enuncia sintéticamente el contenido, que es abordado en los restantes fragmentos que le siguen en la recopilación Diels-Kranz. Puede haber dudas (como las tiene, por ej., Hölscher) de que algún fragmento, que Diels ubicó originariamente en cuarto lugar pero Kranz –a nuestro juicio, correctamente- situó como segundo, corresponda al primer tema o al segundo. También los fragmentos sexto y séptimo presentan problemas de ubicación, lectura u ordenamiento, ya que el sexto nos es suministrado por Simplicio de una forma sumamente precaria, con un verso incompleto y por lo menos con la ausencia de otro; y de cualquier modo, con un contenido de insalvable contradicción a partir de dichos versos por sí solos. Esto ha llevado a algunos investigadores a buscar conjeturas que completen el verso incompleto y a imaginarse lo que podría contener la laguna. Este problema se repite en casi todos los fragmentos que han preservado un solo verso, por la dificultad de comprensión, especialmente en el caso del fragmento 13, donde todas las citas del mismo carecen de sujeto gramatical.
Pero además de estos problemas de lectura y ordenamiento de textos, se presentan, naturalmente, otros que afectan más a la “doctrina” propiamente dicha de Parménides. Uno de ellos atañe al sentido del plan anunciado en el proemio (cuyo carácter es también objeto de discusión), ya que todo el conjunto aparece como la revelación de una diosa, que es quien precisamente anuncia a Parménides –al menos, en la ficción poética, con el grado de verosimilitud que se le otorgue- que debe conocer tanto la Verdad como las opiniones. Nadie duda de que lo expuesto en la primera parte del poema debe considerarse como pensamiento de Parménides: como el aporte, en sentido estricto, de Parménides a la historia de la filosofía. La polémica se abre en toda su amplitud, en cambio, al tratar de establecer el papel que el discurso sobre las “opiniones de los mortales” tiene dentro del poema. Allí aparecen desde posiciones que consideran una mera ficción –en forma análoga a la que confieren al “proemio”- todo ese relato cosmogónico insinuado en esa sección que es la que más fragmentariamente y en forma más precaria conservamos, hasta las que la toman como un complemento indispensable de la primera, pasando por interpretaciones de matices muy diversos.
Y también dentro de cada una de las dos secciones del poema se presentan problemas, que atañen sobre todo a la primera, ya que en cuanto a la segunda dependen en buena medida de los que se haya resuelto sobre su sentido en el conjunto de la obra. Problemas gramaticales y estilísticos, como por ej. el relativo al sujeto de la forma verbal “es” que vemos repetidamente desde el fragmento 2 hasta el 8. O problemas filosóficos de fondo, como los de saber qué es este “Ser” o “Ente” o “Existente” (o, simplemente, “lo que es”) que hace por primera vez irrupción en la historia de la filosofía, y qué tiene que ver con el pensamiento de sus predecesores, y qué significan los distintos atributos y/o propiedades que se enumeran en el poema.

Parménides:

El Proemio del Poema*
*S. E., Adv. Math. VII 111 y Simpl., Del Cielo 557, 28.

Las yeguas que me llevan tan lejos como mi ánimo alcance
me transportaron cuando, al conducirme, me trajeron al camino, abundante en signos,
de la diosa, el cual guía en todo sentido al hombre que sabe.
Ahí fui enviado, pues ahí me llevaban las yeguas muy conocedoras,
tirando del carro, y las doncellas iban adelante en el camino.
Los ejes en los cubos (de las ruedas) despedían un sonido silbante
agudo y chispeante (pues era acelerado por dos ruedas bien
redondas por ambos lados), cuando con prisa me condujeron
las doncellas Helíades, tras abandonar la morada de la Noche,
hacia la luz, quitándose de la cabeza los velos con las manos.
Allí están las puertas de los senderos de la Noche y del Día,
y en torno a ellas un dintel y un umbral de piedra.
Ellas mismas, etéreas, están cubiertas por grandes hojas,
de las cuales Dike, la de abundantes penas, guarda las llaves de usos alternos;
hablándole con dulces palabras, las doncellas
la persuadieron sabiamente para que el cerrojo asegurado
quitara pronto de las puertas; entonces estas abrieron sus
hojas en gigantesco bostezo, con lo cual las jambas,
muy labradas en bronce, una tras otra giraron en los goznes
provistas de bisagras y pernos. Allí, a través de ellas,
las doncellas, siguiendo la ruta, derecho guiaron al carro y las yeguas.
Y la diosa me recibió benévola, tomó mi mano
derecha entre la suya, y me habló con estas palabras:
'¡Oh joven, que en compañía de inmortales aurigas
y las yeguas que te conducen llegas hasta nuestra morada,
bienvenido! Pues no es un hado funesto quien te ha enviado a andar
por este camino (esta apartado, en efecto, del paso de los hombres),
sino Temis y Dike. Y ahora es necesario que te enteres de todo:
por un lado, las opiniones de los mortales, para las cuales no hay fe verdadera.
Pero igualmente aprenderás también tales cosas; como lo que les parece
al penetrar todo, debe existir admisiblemente.'

El discurso de la verdad*
*Proclo, Timeo I 345, 18-20; Parm., 708, 16; Simpl., Fis. 116, 28-32 a 117, 1; 86, 27-28; 143, 31 a 144, 1; 117, 5 y 8-13; 145, 1-28 y 146, 1-24; Plot., V 1, 8; Clem., Strom. V 15; S. E., Adv. Math. VII 111.

“Pues bien, te diré, escucha con atención mi palabra,
cuáles son los únicos caminos de investigación que se puede pensar;
uno: que es y que no es posible no ser;
es el camino de la persuasión (acompaña, en efecto, a la Verdad);
el otro: que no es y que es necesario no ser.
Te mostraré que este sendero es por completo inescrutable;
no conocerás, en efecto, lo que no es (pues es inaccesible
ni lo mostrarás.”
“Pues (sólo) lo mismo puede ser y pensarse.”
“Observa cómo, estando ausentes, para el pensamiento las cosas están presentes.
Pues no se interrumpirá la cohesión del ente con el ente,
ya sea dispersándolo en todo sentido, totalmente en orden,
o bien combinándolo.”
“Común es para mí
aquello desde donde comienzo; pues allí volveré nuevamente.”
“Se debe decir y pensar lo que es; pues es posible ser,
mientras (a la) nada no le es posible (ser). Esto te ordeno que muestres.
Pues jamás se impondrá esto: que haya cosas que no sean.
Pero tú aparta el pensamiento de este camino de investigación
… en el cual los mortales que nada saben
deambulan, bicéfalos, de quienes la incapacidad guía en sus
pechos a la turbada inteligencia. Son llevados
como ciegos y sordos, estupefactos, gente que no sabe juzgar,
para quienes el ser y no ser pasa como lo mismo
y no lo mismo.”
“Ni te fuerce hacia este camino la costumbre muchas veces intentada
de dirigirte con la mirada perdida y con el oído aturdido
y con la lengua, sino juzga con la razón el muy debatido argumento
narrado por mí.”
“Un solo camino narrable
queda: que es. Y sobre este camino hay signos
abundantes: que, en tanto existe, es inengendrado e imperecedero;
íntegro, único en su género, inestremecible y realizado plenamente;
nunca fue ni será, puesto que es ahora, todo a la vez,
uno, continuo. Pues ¿qué génesis buscarás?
¿Cómo, de dónde habría crecido? De lo que no es, no te permito
que lo digas ni pienses, pues no se puede decir ni pensar
lo que no es. ¿Y qué necesidad lo habría impulsado
a nacer antes o después, partiendo de la nada?
Así es forzoso que exista absolutamente o que no (exista).
Jamás la fuerza de la fe concederá que de lo que es
se genere algo fuera de él, a causa de lo cual ni nacer
ni perecer le permite Dike, aflojándole las cadenas,
sino que lo mantiene. Pero la decisión acerca de estas cosas reside en esto:
es o no es. Ahora bien, está decidido, como lo (exige) la necesidad,
deja un (camino), impensable o innombrable (ya que no es un verdadero
camino), y (admitir) el otro que existe y es verdadero.
¿Cómo podría ser después lo que es? ¿Cómo se generaría?
Pues si se generó, no es, ni (es) ni ha de ser en algún momento futuro.
De tal modo, cesa la génesis y no se oye más de destrucción.
Tampoco es divisible, ya que es un todo homogéneo,
ni mayor en algún lado, lo que impediría su cohesión;
ni algo mayor, sino todo está lleno de ente; por ello
es un todo continuo, pues el ente se reúne con el ente.
Pero inmóvil en los límites de grandes ligaduras
existe sin comienzo ni fin, puesto que la génesis y la destrucción
se pierden a lo lejos, apartadas por la fe verdadera.
Lo mismo permanece en lo mismo, y descansa en sí mismo,
y así permanece firme en su posición; pues la poderosa Necesidad
lo mantiene en las ligaduras del límite, que lo rodea en su torno.
A causa de lo cual al ente no le es lícito ser inacabado,
pues no carece de nada: si (careciera de algo) el ente, carecería de todo.
(Lo que) puede pensarse es lo mismo que aquello por lo cual existe el pensamiento.
En efecto, fuera del ente –en el cual tiene consistencia lo dicho-
no hallarás al ente. Pues no hay ni habrá nada
ajeno aparte de lo que es; ya que el Hado lo ha forzado
a ser íntegro e inmóvil; por eso son todo nombres
que los mortales han impuesto, convencidos de que eran verdaderos:
generarse y perecer, ser y no (ser),
cambiar de lugar y mudar de color brillante.
Pero puesto que hay un límite último, es completo
en toda dirección, semejante a la masa de una esfera bien redonda,
equidistante del centro en todas direcciones; pues es forzoso
que no exista algo mayor ni algo menor aquí o allí.
No hay, en efecto, no-ente que le impida alcanzar
la homogeneidad, ni ente que de algún modo
sea aquí o allí mayor o menor, ya que es por completo incólume;
igual por todos lados, se encuentra en sus lados.
Con esto termino el discurso fidedigno y el pensamiento acerca de la verdad.

El discurso sobre las opiniones de los mortales*
*Simpl., Fis. 38, 31-32 a 39, 1-9; 180, 9-12; 39, 14-16 y 31, 15-17; 39, 18; Del Cielo 559, 21-24; 558, 9-11; Clem., Strom. V 138; Plut., Adv. Color. 1116a; De fac. In orbe lun. 929b; Teofr., De Sens. 3; Gal., In Epid. VI 48; y Celio Aurel., Morb. Chron. IV 9.

“Y ahora aprende las opiniones de los mortales,
escuchando el engañoso orden de las palabras.
Según sus pareceres han impuesto nombres a dos formas,
de las cuales no se puede (nombrar) a una sola: en eso se confunden.
Y las han discernido como opuestas en figura y les han puesto señales
Que las separan entre sí; allí el etéreo fuego de la llama,
suave, muy liviana, idéntica por doquier a sí misma,
pero no idéntica a la otra; pero también aquella (otra), en sí,
opuesta, noche oscura, de conformación densa y pesada.
Yo te narro este ordenamiento cósmico como un todo coherente,
de modo que el parecer de alguno de los mortales jamás te supere”.
“Pero puesto que todo es denominado luz y noche
y, según las cualidades de éstas, se aplican a una cosa tanto como a otras,
todo está lleno a la vez de luz y noche oscura,
ambas iguales, ya que nada hay aparte de ninguna de las dos.”
“Conocerás la naturaleza etérea, y, también en el éter, todas
las señales y los efectos destructivos de la pura y clara
antorcha del sol y de donde se han engendrado;
también te enterarás de las obras errantes de la luna de ojos redondos
y de su naturaleza, y conocerás también el cielo circundante:
de donde ha nacido, y cómo la Necesidad, conductora, ha forzado
a mantener a los astros en sus límites.”
“Como la tierra, el sol y la luna,
también el éter común, la Vía Láctea y el Olimpo
insuperable, así como la fuerza cálida de los astros, son impulsados a nacer.”
“Los anillos más estrechos están colmados de fuego sin mezcla;
los siguientes, de noche, pero al lado se propaga una porción de llama
y en medio de ellos está la divinidad que gobierna todo;
pues en todo domina, sea en el parto doloroso o en el apareamiento,
al enviar la hembra a unirse con el macho, y a la inversa,
el macho a la hembra.”
“Concibió al Amor, el primerísimo de todos los dioses.”
“(La luna) brillando de noche con luz ajena, errante en torno a la tierra.”
“(La luna) vuelve siempre su mirada hacia los rayos del sol.”
“Pues tal como en cada ocasión se mantiene la mezcla de órganos tan ambulantes,
así ha advenido a los hombres el conocimiento. En efecto eso mismo
es lo que la naturaleza peculiar de los órganos conoce, en los hombres,
en todos y en cada uno; pues lo que prevalece es comprensión.”
“Por la derecha, los niños; por la izquierda, las niñas.”
“Cuando una mujer y un varón mezclan gérmenes de Amor,
el poder que se forma en las venas de sangre diferente
modela cuerpos bien creados, si se conserva la proporción;
pues si en la semilla mixta pugnan poderes
y no logran la unidad en el cuerpo mixto, cruelmente
atormentarán al sexo que nace de un germen doble.”
“Así nacieron todas estas cosas, según la opinión, y son ahora,
y después, creciendo desde allí, llegarán a su fin;
para ellas los hombres han impuesto nombres, para cada uno (un nombre) distintivo.”




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