LOS DESVELOS DEL DOXÓGRAFO

La tradición doxográfica consistía en recopilar, de diversas maneras, las opiniones de terceros autores.
¿Es posible otra escritura?
En la historia, los nombres y las fechas son circunstanciales, mojones arbitrarios y consuelo de nuestras íntimas aspiraciones. Un nombre y una fecha no son más que una ilusión, que nos permite velarnos, espejarnos en el otro. Tal vez, para ocultar y evidenciar que no somos más que objetos tallados con la inmaterialidad de la palabra; objetos de sentido incierto, aunque a veces verosímil.
Somos hablados, decimos lo dicho. En el mejor de los casos armamos, con unas cuentas coloridas y los espejos que nos circundan, un universo de probabilidades imposible de explorar en una vida.
Sin embargo, hablamos. Nos hacemos a la mar en pos de Las Molucas demostrando que el encuentro, la metáfora, no es más que un accidente imprescindible.
La metáfora, multiplicadora de sentidos, siempre necesita del otro, que se los otorga. Se es dicho, bien o mal, pero se es dicho. Construcción colectiva, en la que el destino de cada letra que la forja ha extraviado la causalidad.
Somos meros vectores del lenguaje. Cada quien se las arregla, de alguna manera, con las voces que lo habitan. Todo otro ideal pareciera casi alucinado.

Jorge Pablo Yakoncick.







sábado, 10 de abril de 2010

JOSÉ FERRATER MORA (Barcelona, 1912-1991). Doxógrafo contemporáneo: el lenguaje en pos de la metáfora.

“(…) Roman Ingarden señala que hay varias teorías sobre la naturaleza de la obra literaria, es decir, sobre el problema del “modo de existencia” de la obra literaria. Algunos autores opinan que una obra literaria es una realidad que empieza en un momento del tiempo y termina acaso en otro, que puede cambiar y alterarse; se trata de una realidad “física”. Otros autores indican que una obra literaria es una realidad temporal, pero una de carácter psíquico o mental. Lo último puede entenderse de dos modos: o como expresando actitudes y emociones del autor, que el lector tiene que recoger, interpretar y reconstruir, o como expresando emociones y reacciones del lector. Otros opinan, finalmente, que la obra de arte es un “objeto imaginativo”; la obra literaria se refiere a “objetos” de los pensamientos e ideas del autor –objetos que son las cosas y personas representadas en la obra- (cfr. Das literarische Kunstwerk, 3-5). Ingarden rechaza cada una de estas opiniones como parcial y les opone su propia concepción, según la cual la obra literaria es una estructura o formación estratificada, esto es, una estructura compuesta de varias capas heterogéneas. Estas capas (o estratos) son: 1) Los sonidos de palabras y formaciones fonéticas de orden superior basadas en tales sonidos; 2) las unidades de significación de varios órdenes; 3) los aspectos esquematizados y los “continuos” de diversos aspectos; 4) las objetividades representadas y sus viscicitudes (ibid, 8).
En cuanto a los otros autores mencionados, se enfrentan con el problema de la obra literaria especialmente a base de la distinción de los lenguajes en dos tipos: el lenguaje llamado “cognoscitivo”, propio de la obra científica, y el lenguaje llamado “emotivo”, propio de la obra literaria y, engeneral, artística. El lenguaje cognoscitivo es llamado también a veces “indicativo”, “enunciativo”, “referencial” y, a veces, “simbólico”. El lenguaje emotivo es llamado a veces también “evocativo” y, por excelencia, “lírico”. Mientras el primero tiene una función informativa, el segundo tiene una función expresiva. El lenguaje cognoscitivo se compone de enunciados que solamente dicen algo acerca del sujeto que lo emplea; es decir, que se limita a expresar sus emociones y sus sentimientos. De ello se derivan varias consecuencias, de las cuales mencionaremos cuatro. Primera, en el lenguaje cognoscitivo la forma puede ser separada del contenido, mientras que en el lenguaje emotivo forma y contenido son lo mismo. Segunda, mientras el lenguaje cognoscitivo o científico es reversible, el lenguaje emotivo o poético es irreversible. Tercera, el lenguaje cognoscitivo enuncia de algo si existe o no o si es o no de un cierto modo, y, por tanto, sus enunciados son verdaderos o falsos, mientras que el lenguaje emotivo es indiferente a la verdad o a la falsedad. Cuarta, el lenguaje cognoscitivo es un lenguaje abierto, susceptible de rectificación de acuerdo con las observaciones, mientras que el lenguaje emotivo es un lenguaje cerrado. una vez constituida, la obra de arte es inmodificable y forma un universo aparte.
Varias críticas se han lanzado contra esta división de los lenguajes. Principalemente dos. Primera, la de que no es cierto que el lenguaje artístico en general, y poético en particular, sea meramente emotivo o evocativo. Segunda (y es una consecuencia de la anterior), la de que no es cierto que el lenguaje artístico sea indiferente a la verdad o a la falsedad. Según estos críticos el lenguaje artístico, literario, poético, lírico, etc., dice algo acerca de lo real, aún cuando, como ha precisado Urban, lo que dice es distinto de lo enunciado por el lenguaje científico. De acuerdo con esta crítica, se mantiene la diferencia entre los dos lenguajes, pero se rechaza llamar a uno “enunciativo” y al otro “emotivo”; lo único que se puede decir es que hay diferencias entre el lenguaje “científico” y el “poético”, pero diferencias situadas dentro de una línea de continuidad. Muchos argumentos apoyan esta crítica. Por ejemplo, el hecho de que haya entre los enunciados científicos algunos que no dependen directamente de las observaciones de la realidad exterior y se atienen a ciertas exigencias de la construcción conceptual. O bien el hecho de que entre las expresiones literarias haya algunas que, sin dejar de pertenecer a una obra literaria, se refieren a realidades exteriores. Poco a poco se ha llegado a un cierto acuerdo entre dos posiciones que al principio parecían irreductibles. Este acuerdo se basa en la aceptación de varios hechos. Ante todo, el de que puede ser que la diferencia entre la obra científica y la literaria sea sólo una diferencia de tendencia. Luego, el de que las innegables diferencias de estructura entre los dos lenguajes (por ejemplo, el carácter respectivamente reversible e irreversible de cada uno de ellos) no impiden que ambos coincidan en un terreno común: el hecho de ser los dos efectivamente lenguajes y, por lo tanto, de estar los dos sometidos a las mismas leyes de todo universo lingüístico, y especialmente de participar los dos de las dimensiones sintáctica, semántica y pragmática, que, aunque en principio de carácter metalingüístico, pueden ser aplicables a todo lenguaje.
Teniendo en cuenta lo apuntado se ha planteado otro problema, cuyo tratamiento ha permitido un mayor conocimiento de la estructura de la obra literaria desde el punto de vista del lenguaje. Es la siguiente: Paralelamente a la distinción antes mencionada, algunos autores (entre ellos Pius Servien) han llegado a la conclusión de que, puesto que el lenguaje poético es acabado en sí mismo, su estudio consiste esencialmente en el análisis de sus estructuras sintácticas. Éstas están constituidas por elementos tales como los “modelos” de lenguaje, las “curvas rítmicas”, etc. En otras palabras, el lenguaje poético debería ser estudiado. según ello, como si sus expresiones carecieran de significación y, por tanto, de dimensión semántica, Ahora bien, se ha advertido pronto que la dimensión semántica no solamente no puede ser eliminada de la poesía, sino que constituye su característica más destacada. Esto quiere decir que una expresión poética en vez de no decir nada dice, por el contrario, muchas cosas. Tal condición se debe en parte principal al hecho de que el lenguaje poético es primordialmente implícito, en tanto que el lenguaje científico es, o tiende a ser, explícito. Pero, además, se debe al hecho de que las expresiones del lenguaje poético no se desarrollan, por así decirlo, sobre una sola línea semántica, sino que están entrecruzadas por diversas líneas semánticas. En suma, la expresión poética no tiene, como la científica, una, ni, como la puramente exclamativa, ninguna significación, sino que posee multitud de significaciones (…)”

Fragmento de OBRA LITERARIA, Diccionario de Filosofía, t. III (K-P), Ariel, Barcelona, 1994, págs. 2609-2611.

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