LOS DESVELOS DEL DOXÓGRAFO

La tradición doxográfica consistía en recopilar, de diversas maneras, las opiniones de terceros autores.
¿Es posible otra escritura?
En la historia, los nombres y las fechas son circunstanciales, mojones arbitrarios y consuelo de nuestras íntimas aspiraciones. Un nombre y una fecha no son más que una ilusión, que nos permite velarnos, espejarnos en el otro. Tal vez, para ocultar y evidenciar que no somos más que objetos tallados con la inmaterialidad de la palabra; objetos de sentido incierto, aunque a veces verosímil.
Somos hablados, decimos lo dicho. En el mejor de los casos armamos, con unas cuentas coloridas y los espejos que nos circundan, un universo de probabilidades imposible de explorar en una vida.
Sin embargo, hablamos. Nos hacemos a la mar en pos de Las Molucas demostrando que el encuentro, la metáfora, no es más que un accidente imprescindible.
La metáfora, multiplicadora de sentidos, siempre necesita del otro, que se los otorga. Se es dicho, bien o mal, pero se es dicho. Construcción colectiva, en la que el destino de cada letra que la forja ha extraviado la causalidad.
Somos meros vectores del lenguaje. Cada quien se las arregla, de alguna manera, con las voces que lo habitan. Todo otro ideal pareciera casi alucinado.

Jorge Pablo Yakoncick.







domingo, 13 de enero de 2013

Poesía Precolombina IV: "Hombres"


“Hombres”, Poesía Precolombina, Cía. Gral. Fabril Editora, Buenos Aires, 1960.



NINOYOLNONOTZA

Me reconcentro a meditar profundamente dónde poder recoger algunas bellas y fragantes flores. ¿A quién preguntar? Imaginaos que interrogo al brillante pájaro zumbador, trémula esmeralda; imaginaos que interrogo a la amarilla mariposa: ellos me dirán que saben dónde se producen las bellas y fragantes flores, si quiero recogerlas aquí en los bosques de laurel, donde habita el Tziniazcán, o si quiero tomarlas en la verde selva donde mora el Tlauquechol. Allí se las puede cortar brillantes de rocío; allí llegan a su desarrollo perfecto. Tal vez podré verlas, si es que han aparecido ya; ponedlas en mis haldas, y saludar con ellas a los niños y alegrar a los nobles.

Al pasear, oigo como si verdaderamente las rocas respondieran a los dulces cantos de las flores; responden las aguas lucientes y murmuradoras; la fuente azulada canta, se estrella y vuelve a cantar; el Cenzontle contesta; el Coyoltototl suele acompañarle, y muchos pájaros canoros esparcen en derredor sus gorjeos como una música. Ellos bendicen a la tierra, haciendo escuchar sus dulces voces.

Deje, exclamé: ojalá que no os cause pena a vosotros, amados míos, que os habéis parado a escuchar; oajlá que los brillantes pájaros zumbadores acudan pronto. ¿A quién buscaremos, noble poeta? –pregunto y digo-: ¿en dónde están las bellas con las cuales pueda alegrarnos, mis nobles compañeros? Pronto me dirán ellas cantando: -Aquí, oh cantor, te haremos ver aquello con que verdaderamente alegrarás a los nobles, tus compañeros.

Condujéronme entonces al fértil sitio de un valle, sitio floreciente donde el rocío se difunde con brillante esplendor, donde vi dulces y perfumadas flores cubiertas de rocío, esparcidas en derredor a manera de arco iris. Y me dijeron: -Arranca las flores que deseas, oh cantor –ojalá te alegres-, y dalas a tus amigos, que puedan regocijarse en la tierra.

Y luego recogí en mis haldas delicadas y deliciosas flores, y dije: -¡Sí algunos de nuestro pueblo entrasen aquí! Y creí que podía salir a anunciar a nuestros amigos que todos nosotros nos regocijaríamos con las variadas y olorosas flores, y escogeríamos a nuestros amigos, aquí en la tierra, y a los nobles en su grandeza y dignidad.

Luego yo, el cantor, recogí todas las flores para ponerlas sobre los nobles, para con ellas cubrirlos y colocarlas en sus manos; y me apresuré a levantar mi voz en un canto digno, que glorificase a los nobles ante la faz de Tloque-in-Nahuaque, en donde no hay servidumbre.

…El dolor llena mi alma al recordar, en dónde yo, el cantor, vi el sitio florido…



CANTO DE TETLEPANQUETZANITZIN, DE CHALCO

Oh amigo mío, vivo afligido, soy digno de ser llorado junto a ti.
Cuánta compasión merezco yo, tu siervo.

En el mundo entero eres invocado, porque tú guías las cosas
y las haces existir un día sobre la tierra.

Nada estés cavilando, corazón mío:
acaso allá donde todos son contados se tiene vida: no hay pena ni dolor,
y se podrá vivir en la tierra.

Cuando esto advierte mi corazón, lloro:
es verdad que nos hacemos amigos, es verdad que se vive en la tierra,
pero te hastiarás alguna vez de la amistad.
En vano anhelas y persigues las bellas flores, amigo mío.
¿Dónde podrás lograrlas? ¡Los varones esforzados labran su casa
con valiente pecho y con ardientes saetas!
Merecerás las bellas flores con lágrimas de llanto de guerra,
como los que sirven cual vasallos
a aquel que está cerca y junto.



CANTO A LOS DE CHIAPA

¿Qué habéis hecho, amigos míos, otomíes de Chiapa?
Grave daño sufristeis por haberos embriagado.
Bebisteis el blanco vino y con él os embriagasteis.
Tomaos bien de las manos los que habéis caído,
recuperaos, oh amigos; vayamos a nuestra casa:
allá en la tierra de primavera cese vuestra embriaguez,
ved el peligro en que os habéis puesto.

Desde antaño es así el vino del sacrificio en la tierra:
ofrece peligros y en ellos mete, por eso se llama “agua divina del combate”,
hace estragos en las gentes, las destruye y pierde:
allí quedan quebrantada la preciosa esmeralda y la turquesa,
piedras ricas de los joyeles de los nobles,
cuando han bebido el blanco licor florido.
En buen lugar, oh amigo, estamos cantando ahora.

Vamos, bebamos en la Tierra-Florida, en nuestra casa de la Tierra-Florida,
El fragante veneno de agua de flores del cielo,
las flores cuajadas de rocío de nuestra casa de Chiapa.
Allí es glorificada la realeza y el principado,
abre sus corolas la flor del escudo
en la Tierra-de-nuestro-sustento.

¿Cómo? ¿No oís, amigos míos? Vayamos, vayamos,
dejemos el vino del sacrificio, el vino de las divinas batallas.
Bebamos allá, gustemos en nuestra casa el vino de las fragantes flores,
con el cual solamente se perfuma y embriaga nuestro corazón,
se hace feliz y se delita grandemente.

Iremos a libar el licor de las flores,
en el lugar de la dicha, donde hay perpetuo verdor,
en la Tierra-Florida, en la Tierra-de-nuestro-sustento.
¿Qué habéis hecho, amigos míos? Venid a oír nuestro canto.



CANTO EN LOOR DE LOS PRÍNCIPES CANTADO POR UN PRÍNCIPE

Con lágrimas de flores de tristeza,
con que yo concierto mi canto de poeta,
hago memoria de los príncipes,
los que fueron quebrantados cual vaso de barro,
los que fueron a ser esclavizados a la región donde van todos.

Ellos vinieron a ser reyes, atener mando en la tierra:
eran plumas finas de quetzal, y se ajaron y palidecieron;
eran esmeraldas, y se hicieron añicos.

¡Sean en su presencia los príncipes,
hayan visto lo que es visto en la tierra:
el conocimiento de quien está cerca y junto!
¡Ay de mí, canto tristes cantos
al traer a la memoria a los príncipes!
¡Si yo regresara a su lado, si fuera a asirlos de las manos,
si llegara yo a encontrarme con ellos
allá a la región adonde todos van!

Vengan de nuevo a la tierra de los príncipes,
 den ellos también gloria a aquel a quien nosotros glorificamos,
muy agradecidos, den gloria a aquel por quien todos viven.

¡Oh, vasallos nuestros,
si al menos aprendiéramos a ser como ellos,
los que por su privación nos hemos pervertido!

Por eso llora mi corazón al concertar
mi remembranza de poeta.
Con llanto y con tristeza los conmemoro.
¡Si al menos supiera yo que escuchan el bello canto
que  en su loor entono,
allá en la región adonde todos van!
¡Si con él yo les diera alegría; si con él yo aliviara la pena
y el dolor de los príncipes!
¿Podré saberlo, acaso?, ¿y cómo?
¿por mucho que me esfuerce diligente,
en ningún tiempo iré a seguir en pos de ellos?
¿Tampoco llegaré a conversar con ellos
tal como en la tierra?



CANTO DE TRISTEZA

Lloro y me aflijo, cuando recuerdo
que dejaremos las bellas flores, los bellos cantos.
¡Gocemos, cantemos, todos nos vamos,
y nos perderemos en su casa!

Porque no lo comprende así, amigos míos,
está doliente y se aíra mi corazón:
no por segunda vez serán engendrados,
no por segunda vez serán hechos hijos,
ya están a punto de salir de la tierra.

Un breve instante aquí al lado de los demás:
no volverán a existir, no he de gozar de ellos,
¡no he de verlos más!

¿Dónde ha de vivir este corazón mío?
¿Dónde será mi casa? ¿Dónde mi mansión duradera?
Ah, sufro desamparo en la tierra.

Ofreces y despliegas tu guirnalda de flores para la frente,
entretejida con plumas de verde quetzal y dorado zacuán
para ofrecerla en don a los príncipes.

Mi corazón se viste de variadas flores y con ellas se adereza;
pero en seguida lloro y voy ante nuestra madre,
y digo: “Oh tú quien todos viven,
no te muestres severa, no te muestres inexorable en la tierra:
vivamos nosotros s tu lado allá en la mansión del cielo.”

Pero, ¿qué cosa verdadera puedo decir aquí,
oh tú, por quien todos viven?
Sólo estamos soñando, como quien de la cama salta adormilado:
yo hablo cosas de la tierra, nadie es capaz de decir otra cosa.

Aunque piedras preciosas, aunque ungüentos finos se ofrezcan,
nadie, oh tú por quien todos viven,
ninguno de nosotros es capaz de decir cosas dignas en la tierra.



CANTO EXHORTATORIO PARA LOS QUE NO QUIEREN IR A LA GUERRA

Estoy tañendo mi atabal, yo que ando a caz de cantos,
para despertar y enardecer a nuestros amigos,
cuyo corazón no advierte, en cuyo corazón aún no amanece;
aquellos que para la guerra yacen en sopor de muerte,
aquellos que se glorían en noche de hondas tinieblas:
oíd el canto del alba florida, que una vez más cae como lluvia
en el Lugar de los atabales.

Los divinos jardines de la aurora florecen.
Tiñó su rostro en la guerra aquel que está cerca y junto.
Gratísimos al alma, irradian cuajados de rocío.

Ved: en nada los estiman, sólo florecen en vano:
¡Oh amigos, que ninguno de vosotros los ambicione!
¡Sólo en vano vivirán las flores, en los jardines
de rojas nutridoras de flores!

Las que embriagan la vida de las almas
allá sólo existen y abren sus corolas
en las boscosas montañas, en los lugares escabrosos,
en medio de la llanura donde se brinda en la guerra
el divino licor del combate,
allí donde se matizan las divinas águilas,
allá donde rugen de rabia los tigres;
donde llueven las variadas piedras preciosas de los joyeles,
donde ondulan los ricos colgajos de plumas finas;
allá, donde se resquebrajaron e hicieron añicos los príncipes.

Esforzados son aquellos príncipes
que anhelan los jardines de la aurora
cuando se hacen cautivos con qué propiciar
al que está en el cielo,
el príncipe Ceolintzin que hace llover Águilas y Tigres,
y les da en don el abrirse de las flores,
y les embriaga con el rocío de las flores vivientes.

Pues dudas, oh amigo mío, cómo tomarás y te harás de esas flores
que en la tierra ambicionas, sufres al contemplar a los príncipes
entre flores y cantares, ven a ver cómo nada se estiman
todos aquellos príncipes,
aves doradas, color de rosa, azules nigricantes y color de fuego,
que se están hermoseando y tienen bien sabido el campo de combate.
Las insignias floridas del escudo
la flor del colgajo de pluma de águila,
con los cuales se enseña a ser varones a los príncipes,
el florido collar de plantas olorosas
con que se atavían, los glorifica,
el bello canto y las bellas flores:
el precio en su pecho ensangrentado
que aviva y hace florecer la guerra florida.
Ya nuestros amigos son los moradores
de la montaña de negruras.
Oh capitán de Guerra, en el camino grande
Ofrece presto tu escudo, yérguete con presteza
convertido en Caballero Águila, en Caballero Tigre.



CONCURSO DE POETAS EN CASA DE TECAYEHUATZIN

¿En dónde andas, oh poeta?
Apréstate ya el enflorado tamboril,
ceñido con plumas de quetzal, engalanado con flores de oro,
para que deleites a los nobles, a los príncipes,
a los Caballeros Águilas y Tigres.

-Ya bajó el poeta al Lugar de los Atabales,
Ya anda ahí, y despliega y reparte sus cantos al dador de la vida:
le responde el pájaro-cascabel:
cantando ofrece flores y ofrece cantares.

-Sí, ya oigo su gorjeo, sin duda responde al dador de vidas,
responde el pájaro-cascabel:
cantando ofrece flores y ofrece cantares,
esmeraldas y plumas finas llevan tus palabras.

He convocado un festín aquí en Huexotzinco,
yo, el rey de Tecayehuatzin he juntado en un concurso a los príncipes,
adornados de piedras preciosas, ceñidos de joyeles,
y entretejo cual flores a los nobles.
Vuestro hermoso canto es el del dorado pájaro-cascabel,
hermoso lo eleváis los que estáis aquí unidos.
Sobre un cercado de flores estáis, en floridas ramas
y dais vuestro trino.

-Oh tú, ave preciosa del dador de vida,
oh tú que has modulado el canto:
has visto la aurora y al punto te has puesto a cantar,
en tanto que mi corazón ambiciona solamente
las flores del escudo, las flores del que da la vida.
¿Cómo hará mi corazón? ¡Ay, en vano hemos venido,
en vano hemos brotado sobre la tierra!

-¿Conque he de irme, cual flores que fenecen?
¿Nada será mi nombre alguna vez?
¿Nada dejaré en pos de mí en la tierra?
¡Al menos flores, al menos cantos!
¿Cómo hará mi corazón? ¡Ay, en vano hemos venido,
en vano hemos brotado sobre la tierra!

-Oh amigos, gocémonos, hay abrazos por aquí,
ahora andamos sobre la Tierra-Florida,
nadie pondrá fin a los cantos floridos
que son perdurables en la morada del que da vida.

En la tierra región del brevísimo instante.
¿No será así en la región misteriosa en que todos se unen?
¿Hay allá alegría? ¿Hay allá amistad?
O ¿solamente en la tierra hemos venido a conocernos?

-He escuchado un canto, lo estoy oyendo,
tañe su flauta –sartal de flores- el rey Ayocuán:
ya te responde, ya te responde dentro de las flores
Quiauhtzin, rey de Ayapanco.

-¿Dónde vives, oh mi dios dador de la vida?
Yo poeta, en todo tiempo te busco
y estoy triste, aunque procuro dar placer.
Aquí, donde blancas flores fragantes,
las ricas flores fragantes
se esparcen en medio de la primavera,
entre matices, yo te doy placer.

Sobre la verdeciente enramada, anda el pájaro-cascabel;
canta, y le responde el príncipe que deleita a Águilas y Tigres.

-Ya cayeron en lluvia las flores, comience el baile,
oh amigos, aquí en el lugar de los Atabeles.
¿En espera de quién estamos, a quién echa de menos nuestro corazón?

-Oíd, ya baja del interior del cielo, ya viene a cantar,
ya le responden los niños que vinieron a tañer la flauta:

-Yo soy Cuauhtencoz y sufro desamparo:
sólo con tristezas he aderezado mi florido atabal.
¿Son aún, acaso, fieles los hombres? ¿Son fieles nuestros cantos?

¿Qué es lo que perdura incólume?
¿Qué hay que llegue a feliz éxito?
Aquí vivimos, aquí estamos y aquí sufrimos, oh amigos.
Por eso he venido a cantar:
¿Qué decís, oh amigos, de qué tratáis aquí?

-Al concurso enflorado llega el forjador de cascabeles:
yo vengo a cantar entre llantos a la casa hecha de flores:
si no hay flores, si no hay cantares
aquí en mi casa todo es hastío.

-He escuchado un canto, he visto en la primavera
al que anda junto a las aguas florecientes,
al que vive conversando con la aurora,
al ave color de fuego, al ave azul, al ave de las mieses,
al príncipe Monencauhtzin.

-Oh amigos, todos los que estáis aquí
entre el precioso verdor de las fragantes flores,
venid a recoger flores en los hermosos prados.
Vea yo, vea al fin a aquellos
que están haciendo reír a las enjoyadas flautas,
a los que han venido a concertar con atabales enflorados,
a aquellos príncipes, y nobles que en medio de las flores
tañen haciendo resonar los atabales incrustados de turquesas.

Oíd, rumorea y gorjea en la rama de los árboles enflorados,
hace oír su cascabel de oro que sacude y el trepidar de sus sonajas,
el ave preciosa, el príncipe Monencauhtzin
que con matizados revoloteos abre sus alas y vuela
en el Lugar de los Atabales.

-Por doquiera ando errante, por doquiera doy trinos y cantos,
flores fragantes y blancas han llovido en el patio enflorado,
en medio del ir y venir de las mariposas.

Han venido todos acá donde se yerguen las flores,
esas flores que trastornan los corazones y hacen girar las cabezas:
han venido a esparcir, han venido a derramar el hilo de sus flores,
la fragancia de sus flores.

Un bellísimo canto resuena. Es el que alza su canto
Tlaoalteuccitzin: muy deleitosas son sus flores,
se esparcen sus flores,
blancas y bien olientes son sus flores.

-Oh amigos míos, en busca vuestra ando,
uno a uno recorro los floridos campos y aquí estáis por fin!
Alegraos y conversad unos con otros,
oh amigos, ya llegó vuestro amigo.
¿Voy a meterme acaso entre las flores,
yo, la flor de cadillo, la flor del muicle?
¿Soy yo acaso un invitado,
yo que soy un mísero, oh amigos?

¿Yo quién soy? Volando vivo, yo cantor de flores,
compongo cantares, mariposas de canto.

¡Hágalos yo brotar de mi alma, saboréelos mi corazón!

Llego hasta vosotros, he bajado ya, girando en tierra me posé,
abro mis alas en el Lugar de los Atabales floridos,
la modulación de mi canto se alza en la tierra.

Y pues ya estoy aquí, renuevo mis flores,
entre cantos la hago brotar: ¡aún ahora se componen cantos!
Yo vuestro dolorido amigo, con las cuerdas de oro ato
mi preciosa ánfora.

Yo vuestro mísero amigo, atisbo el brotar de las flores,
Con coloridas hojas de flores he tejado mi cabaña,
desde ella vigilo los campos cultivados y con ello me gozo.
¡Gozad conmigo!

¡Oh sí, de inmenso gozo te llenarás
oh príncipe Tecayehuatzin,
ceñido de collares de flores! ¿Acaso por segunda vez
hemos de vivir?
Tu corazón lo sabe: ¡una por segunda vez hemos de vivir?
He llegado a las ramas de los árboles enflorados,
cual colibrí florido me deleito aspirando su olor,
con el cual deleito suavemente, gratamente mis labios.

El que da la vida con flores es invocado.
Nos humillamos y te deleitamos
en el Lugar de los Atabales floridos,
¡oh príncipe Atecpanecatl!

Allí está en espera el tamboril, allí está en espera.
En medio de la casa primaveral te esperan tus amigos
Yaomanatzin, Micoahuatzin y Ayocuatzin.
Entre las flores suspiran los príncipes.



CANTO DE ORFANDAD

¿Qué? ¿Hemos de comer? ¿Con qué cosa hemos de hallar deleite?
Allá está la vida de nuestros cantos donde nacieron nuestros ancianos.
Mientras yo sufro en la tierra, ¡allá donde ellos viven,
se unirán en amistad, se unirán en festines?
¡No sé si he de despertar un canto, no sé si he de elevar un canto!
Aquí mismo, en el Lugar de los Atabales, si ellos están ausentes,
no haré más que yacer en nieblas y abandono.

Creámoslo, corazón mío: ¿no es acaso una mansión la tierra?
No hago más que sufrir, porque sólo en angustias vivimos.
¿Dónde he de cortar, dónde he de pedir flores
que así una vez más he de esparcir en la tierra?
¿He de sembrar otra vez, acaso, mi carne en mi padre y en mi madre?
¿He de cuajar aún, cual mazorca, he de pulular de nuevo en el fruto?

Lloro: nadie está aquí: nos han dejado huérfanos.
¿Dónde está el camino hacia el reino de los muertos,
al lugar donde todos bajan, a la región del olvido?
¿Es verdad que aún se vive en la región donde todos se reúnen?
¿Lo creen acaso nuestros corazones?
En cofre y en arca amortajada esconde a los hombres
aquel por quien todas las cosas viven.

¿He de verles allá acaso?
¿Habré de fijar los ojos en mi padre y en mi madre?
¿Habrán de ofrecerme, acaso, su canto y su palabra que busco?
¡Nadie está aquí, nos han dejado huérfanos!



CANTO DE ÁGUILAS Y TIGRES

¡Abrácense los Águilas y Tigres, en tanto resuenan los escudos!
Los Príncipes están reunidos en el festín: harán prisioneros.
Sobre nosotros se esparcen, sobre nosotros llueven
las flores del combate con que se complace el dios.

Allí es el lugar en donde se hierve,
donde se anda en desconcierto, lugar del ardor guerrero,
donde se adquiere la gloria y se va en pos del escudo,
lugar del peligro, donde el polvo se difunde.

En ningún tiempo ha de cesar la Guerra Florida,
duradera es al borde del río, allí abrieron sus corolas
las flores de los Tigres, las flores del escudo,
lugar del peligro, donde el polvo se difunde.

Allí es el perfumado jardín de los Tigres.
Cayeron flores sobre nosotros en el campo de la guerra,
sobre nosotros dieron fragancia, oh los que ansiáis gloria y fama.

Oh las flores ingratas, las flores del corazón
se han trocado en el campo de guerra, junto a la batalla,
donde nacen para los príncipes gloria y fama.

Con los broqueles de los Águilas
se entremezclan los estandartes de los Tigres,
se reparten escudos de plumas de quetzal,
hierven allí y se arrojan Chalcas,
y los de Amaquemecán que vinieron unidos
a la estruendosa guerra.

La flecha con estruendo se quebró,
la punta de obsidiana se hizo añicos,
sobre nosotros se eleva el polvo de los escudos.
Hierven allí y se arrojan los Chalcas
y los de Amaquemecán que vinieron unidos
a la estruendosa guerra.



CANTO DE YOYONTZIN

Sólo las flores son nuestra gala,
sólo los cantos al son del tamboril dan deleite en la tierra.

¿Acaso por mí ha de acabar esta amistad,
acaso por mí ha de acabar la unión de los que aquí moran?

Sí, yo soy Yoyontzin, aquí he celebrado con cantos
a aquel por quien todas las cosas viven.

Tú, Nezahualcóyotl y tú Moteuczomatzin, gozad
y dad placer a aquel por quien todas las cosas viven.

¿Quién sabe si hemos de ir a su morada,
los que sólo hemos venido a vivir en la tierra?

Flores sonrosadas y azules se mezclan con moradas flores.
Ponte en la cabeza tu corona de flores, oh rey Nezahualcóyotl.

Tenedlo muy presente, oh Águilas y Tigres,
no durará para siempre esta amistad:
un breve instante aquí y todos iremos a despertar a su morada.

Me pongo triste y me aflijo, yo el príncipe Nezahualcóyotl,
cuando con cantos floridos recuerdo a los príncipes,
mis antecesores,
aquel Tezozomoctzin y aquel Cuacuauhtzin.

Si es verdad que se vive aún allá en la región del Misterio,
vaya yo en pos de los príncipes y llévele nuestras flores,
y lleve yo mis bellos cantos a Tezozomoctzin y a Cuacuauhtzin.
Oh, nunca ha de perecer tu fama, oh príncipe Tezozomoctzin,
ni el canto para ti, con que lloro y deploro mi orfandad
porque tú te has ido.

Me entristezco y sufro orfandad:
¡nunca más, nunca más en tiempo alguno,
vendrás a visitarnos a la tierra, porque te has ido!



AMISTAD EFÍMERA

He bebido vino de hongos, mi corazón llora,
sufro desolación en la tierra, soy un desdichado.

No hago más que pensar en que no he gozado,
no he buscado el placer en la tierra, soy un desdichado.

Veo ante mis ojos la muerte, soy un desdichado.
¿Qué me resta ya que hacer? ¡Nada por cierto!
Algo maquináis y estáis muy airados.

Aunque somos piedras preciosas ambos,
aunque somos piedras del mismo collar los que aquí estamos,
nada puedo hacer ya, algo maquináis y estáis muy airados.

Amigo mío, amigo mío, sin duda verdadero amigo,
por mandato de dios nos amamos:
ojalá pareciéramos embriagados por nuestras flores.

No se aflijan vuestros corazones, amigos míos.
Como yo lo sé, también ellos lo saben.
Una sola vez se va nuestra vida.

En un día nos vamos, en una noche
baja uno a la región del misterio.

Aquí sólo venimos a conocernos,
sólo estamos de paso en la tierra.

En paz y placer pasemos la vida, venid y gocemos,
¡que no lo hagan los que viven airados: la tierra es muy ancha!
¡Ojalá se viviera siempre, ojalá nunca hubiera uno de morir!

En tanto vivimos con el alma rota,
aquí nos acechan y nos espían,
pero aún desdichados, con el alma herida,
no hay que vivir en vano.
¡Ojalá se viviera para siempre, ojalá nunca hubiera uno de morir!



CANTO DE HUEXOTZINCAS

He venido, oh Moteuczomatzin, a atraer y conmover tu corazón,
cual se conmueve una pintura; lo hago estremecerse
cual sonriente, florida, brillante mariposa que abre sus bellas alas,
al son de los caracoles de la guerra sagrada.
Hermosos cantos entono al son de flauta de esmeraldas,
taño una trompeta de oro.

Yo anhelo tus flores, oh dios que das la vida,
que se recogen en el cuerpo de las luchas y se celebran con cantos.

De amarillas relucientes flores está ceñido mi corazón,
de amarillas brillantes flores está ceñido mi atabal,
haré un haz de flores en que perduren sus palabras.

Alégrate y gózate, no siempre hemos de ir a casa de Moteuczomatzin,
nuestro bienhechor en la tierra, nuestro bienhechor,
flor fragante.

En la montaña del combate, por los cuatro vientos,
has venido, oh dios, a pararte irradiando floridos rayos;
sobre el prado de los Tigres grazna el Águila que se matizó.

Yo ando volando en su presencia,
abro mis alas color de fuego o de dorado zacuán;
cual revoloteante mariposa, que trémula se cuelga,
al son de los caracoles de la guerra sagrada prosigue mi canto.

He llegado volando, he venido de allí de donde está el lago verdeazul:
se agita, espumea, hierve, resuena estrepitoso,
mientras yo vuelo, convertido en ave quetzal o en pájaro color turquesa,
he venido desde Huexotzinco a la medianía de las aguas.

He venido en pos de mis vecinos, vengo a conocer el rostro del ave preciosa,
del ave turquesa, de la mariposa de oro, del ave de ricos joyeles,
que vigilan por Huexotzinco, desde la medianía de las aguas.

En medio del agua floreciente, donde se confunden
el agua de oro y el agua de esmeraldas, grazna el brillante ánade,
que al ondular hace resplandecer su cola.

En lontananza me he puesto de pie,
fuera de mi hogar sufro,
viva yo, con todo, perfeccionando cantos
y engalanándolos con flores.

Ah, es tiempo de llorar, veo mis flores en mis manos,
el canto embriaga mi corazón. Dondequiera que ando, es la tristeza de mi corazón.

Con un fino ungüento, como a bellas gemas estimo mi canto.
¡Ojalá las hermosas flores duren en mis manos!

Como bellas gemas estimo mi hermoso canto y mis hermosas flores:
¡Oh príncipes, hermanos míos, gozad, no hemos de vivir siempre en la tierra!

Lloro y mis flores se sacuden…
¿Irás quizá conmigo a la región del misterio?
¡Oh, no llevaré flores, yo poeta: goza, pues, mientras vive, oye mi canto!

Por esto yo, poeta, lloro, no es la casa del sol lugar de cantos,
no es el reino de los muertos lugar adonde bajan las bellas flores.
¡Allá, allá, no se entretejen más!

Vuestra gala y vuestra dicha, oh príncipes,
no va a su casa, no es lugar adonde llegue el canto.



CANTO EN LOA DE LOS REYES

Aquí nació la muerte florida.
Hasta la tierra llegan los que se formaron en Tlapalla,
nuestros antepasados.

Y con toso, el canto lloroso se eleva.
Todos juntos estáis ya colocados dentro del cielo.
Por ellos se llora un cántico. Sea han ido al reino de la sombra.

No hiciste más que cumplir el divino mandato del cielo,
por tu parte has muerto, y dejaste huérfanos y tristes a los tuyos.

No fue disposición humana, ya se cansó de concederte,
ya a nadie nos conserva el dador de la vida,
es el día del llanto, día de lágrimas que aún tu corazón entristece,
oh nuestra madre ¿Dónde se fueron los príncipes?

No hago más que recordarlos, y la tristeza invade mi corazón,
cuando recuerdo a Itzóatl ¡No, no se ha de cansar ni fatigar el dios!
Él está morando en la casa del que da la vida,
nadie tan valiente como él ha producido la tierra
¿Nosotros dónde iremos? ¡Ah, la tristeza invade mi corazón!

Fueron siendo llevados, fueron siendo escondidos en la tierra
los nobles, los reyes, los príncipes. Nos dejaron huérfanos,
por esos estáis tristes vosotros, oh príncipes.

¿Dónde anda mi corazón?
En busca de Axayácatl que nos dejó,
por Tezozomoctli, digo mi triste canto.

A  sus vasallos dejaron la ciudad la ciudad que ellos, los reyes, gobernaron.
Nunca en verdad cesará, nunca en verdad se irá,
ni se me hará soportable la tristeza que ahora expreso.



CANTO DE LOS PÁJAROS TOTOQUIHUATZIN

Estoy tañendo el tamboril: gozaos, amigos míos.
Decid: Totototo tiquiti tiquiti.

Las flores benignas digan en casa de Totoquihuatzin:
Toti quiti toti totototo tiquiti tiquiti.

Gócese alegre la tierra: toquiti toti.
Toti quiti toti totototo tiquiti tiquiti.

Es de piedras finas mi corazón: totototo,
son de oro las flores con que me aderezo:
variadas flores son mis flores que algún día daré en homenaje:
Totiquiti toti, oh que canto, tiquiti tiquiti.

Ea, en tu corazón entona el canto: Tototototo.
Aquí ofrezco vergeles de rosas y libros pintados:
Totiquiti toti, que algún día daré en homenaje.
Totiquiti totiquiti tiquiti tiquiti.



CANTO DE DANZA

Tiembla la tierra. Comienza el canto,
y tan pronto como lo oyen
se ponen a bailar Águilas y Tigres.

Venga el Huexotzinca y vea cómo en el estrado de los Águilas
vocea y fuertemente grita el mexicano.

En la montaña de los alaridos, en los jardines de greda
se ofrecen sacrificios, frente a la montaña de los Águilas
donde se tiende la niebla de los escudos.

Donde resuenan los cascabeles,
vence y conquista el chichimeca,
donde se tiende la niebla de los escudos.

Hacen estruendo de cascabeles los Águilas y Tigres,
clavan la mirada a través de sus escudos de juncias,
con morriones de banderolas de plumas de quetzal
se agitan los mortíferos chichimecas.

Ah, fija tus ojos en mí,
por mi esfuerzo me yergo en la casa de los escudos,
¿no será aquí ninguno de los que con nosotros estaban?
¿dónde andas?, ¿qué fue de tus palabras?
Ah, yo nací en la guerra florida.
En Acolihuacan la de Nezahualcóyotl
se enardeció la guerra sagrada,
ha espumeado tu vino de dioses,
se ha entretejido la batalla,
ha estado flameando allí junto a la ribera de las aguas.

Yo estoy de fiesta, soy ave preciosa del agua floreciente,
elevo mi canto en el cielo, mi corazón vive en Anáhuac.
En la ribera del agua de varones difundo mis flores,
para engalanar y embriagar con ellas a los príncipes.

Sufro yo, sufre mi corazón de poeta,
en las riberas de las Nueve-Corrientes, oh hermanos,
a la Tierra Florida, vaya yo, al lugar donde es uno engalanado.

Yo me aderezo con un collar de piedras preciosas,
redondas y grandes, conformes a mis méritos de poeta.
Con el brillo de las piedras preciosas me hago glorioso,
el canto embriaga mi corazón, en la Tierra Florida soy engalanado.

Obras de toltecas quedarán pintadas,
soy poeta, mis cantos vivirán en la tierra,
con cantos poseerán mi recuerdo mis esclavos,
me he de ir, he de perecer, seré tendido en estera de amarillas plumas.

Llorarán mis madres, lloverá el llanto,
cual se despoja la mazorca de sus granos, dejando el orujo desnudo,
así seré yo, reducido a un conjunto de huesos floridos
sobre la ribera del Agua Amarilla.

¡Ah!, sufro, ya no hay esclavos ni siervo perforado por las plumas.
Mi atavío de plumas se redujo a humo Tlapalla,
me he de ir, he de perecer, seré tendido en estera de amarillas plumas,
llorarán mis madres, lloverá el llanto,
cual se despoja la mazorca de sus granos, dejando el orujo desnudo,
así seré yo, reducido a un conjunto de huesos floridos
sobre las riberas del Agua Amarilla.



CANTO DE CHALCO

En las juncias de Chalco, donde es la morada del dios,
el verde luciente tordo gorjea, el tordo de rojo sonrosado;
sobre las ruinas de piedras preciosas,
cantando gorjea el ave quetzal.

Donde se extiende el agua enflorada,
entre flores de jade, de rico aroma,
entre las flores llegó el tzintzincán, con ellas se enlazó y mezcló.
En medio de ellas canta, en medio de ellas reina el ave quetzal.

Si comenzare yo mi canto, yo poeta, se entretejerá con brotes de flores,
donde se alza la selva de flores de fragante rico aroma.

Bailan las flores de fragante aroma al son del tamboril,
viven cuajadas de rocío y se esparcen.
Allí se yergue nuestro padre sol,
en urna de jade, bellamente ataviado se hunde,
cual ceñido de collares de turquesas,
mientras llueven flores entre matices.

Vamos, príncipes, cantemos, deleitemos al que da la vida,
escríbase ahora un bello canto florido.

Ya son perfectas las flores, las flores de primavera,
bañadas están en la luz del sol.
¡Las varias flores son tu corazón y tu canto, oh dios!

¿Quién no anhela tus flores, oh dios de la vida?
El que hace abrir los capullos de las flores,
el que abre las corolas, las flores se secan bañadas por el sol.

Yo vengo de tu mansión, yo, bella flor fragante,
alzo un canto para distribuir mis flores.
¡Sean libadas, sean difundidas las olientes flores;
abre sus flores el dios, vienen de su mansión acá las flores!



CANTO DE CUNA

Al comenzar un canto entre flores,
al punto tomo en brazos a mi hijito,
voy a deleitar a mi enrollado niño;
se digna ser mecido el niño Ahuizotl.

No llores ya, hijito mío, gozarás con tus flores y tus sonajas.
Yo, doncella mexicana, estoy meciendo al Anáhuac:
en mi cuna hecha de escudos llevaré a cuestas,
en ella tenderé a mi hijo de la guerra florida.
Resonarán los cascabeles, y yo lloraré; ay hijo mío, de la guerra florida.

De fragantes flores es la leche de mis pechos,
perfumadas flores hemos entretejido, oh varoncito Ahuizoton,
en tanto duermes, se alegra con flores tu corazón
oh varoncito Ahuizoton.

Van a prepararse la tiza y las plumas,
las flores del llanto, las flores del escudo
ondulan relucientes, se revuelven agitadas,
en las murallas de Atlixco juguetean.

Sí, las flores de nuestra guerra van a entremezclarse,
los hombres de Chalco las llevarán a cuestas,
el Árbol florido se yergue en Huexotzinco,
en las murallas de Atlixco juguetean.

Ah, rollito, seas liado; no llores, hijito mío:
recostaré tu cabeza en tu cunita,
vendrá tu padre, oh Ahuizoton y te mecerá.

Mi corazón lo sabe, yo te he formado,
vendrá tu padre, oh Ahuizoton, y te mecerá.

Oh hermanito mío Ahuizoton, no crezcas mucho,
ay, que recordarás a tu hermano Axayacatón.

¿Cómo estás, hermanito? ¿Te pones a llorar niñito?
Oh deseado niño, ven que se te cargue,
que yo te tome en brazos, que yo te dé gusto,
que te aquietes y calles, oh niño deseado.

Oh flores que habéis brotado y abierto la corola,
aquí vamos a ver al lindo niño Ahuizoton:
que te aquietes y calles, oh niño deseado.

Con flores de escudo afeité mi rostro,
con la batalla está humeando mi cintura,
como deseaban los que nos hicieron frente.
Cual flores de guerra se estima mi pintura facial.

Los hombres, oh hermano, oh niñito, los hombres se convocan.
-¡Ahuizoton, sal!- Ay, tu no saliste.

No salgas, hermanito mío.
Cuando escucho el canto, yo, doncella,
tomo en mis brazos a mi hermanito para llevarlo.
Iremos a ver a Ahuizotl allá donde se cubrió de flores
el Árbol Florido y se va a entretejer guirnaldas de flores,
y el canto se desgrana para Ahuizoton.

Pienso en ti, mi criatura, oh rey Ahuizotl,
¿no has obrado así acaso, corazón mío?

¿He de olvidar lo mismo tus cantos que tus palabras?
¿No has obrado así, acaso, corazón mío?

Atado niño mío, llevado a cuestas,
que yo te haga bailar, que hayas venido en bien,
florido niño.

Ya los bellos brotes de flores abrirán su corola,
que hayas venido en bien, florido niño,
viene a darte placer el hijo del deseo.

A casa al fin hemos llegado, varoncito mío, abuelito mío,
en mi hamaca has de ser colgado, en nuestra cama,
por Tamoachan, por la Tierra Florida irás a vagar,
oh compañerito.

Me pinto el rostro de afeites, oh hermanito mío,
¿cómo me ves, abuelito, hijo del deseo? Sartales de
flores teje mi pintura.

Blancas flores perfumadas entrelazan
mis manos de doncella, para abrazar con ellas mi
criatura, al niño del deseo.



CANTOS DE PRIMAVERA

I

El quetzal florido y el quéchol se gozan:
se gozan entre flores y con ellas se alegran.

Sólo libando variadas flores segozan:
se gozan entre flores y con ellas se alegran.

Incrustados de turquesas están tu cuerpo y tu corazón,
oh príncipe chichimeca Telitl: es una esmeralda tu corazón,
es una flor preciosa, flor blanca y perfumada: ¡Gocemos!

Viniste a enlazar en el Árbol Florido risueñas flores:
en Tamoachan, lugar de brillantes flores,
éstas abren sus corolas, la raíz misma es flor,
y entre lucientes flores cantas, oh extranjero,
lo deleitoso que oíste, lo que allá oíste entrelazar. ¡Gocemos!
No dos veces se viene a la tierra:
oh príncipes chichimecas, gocémonos:
no pueden ser llevadas las flores a la región de la muerte:
sólo se han dado en préstamo… ¡es verdad, es verdad que nos iremos!
¡Sí en verdad, en verdad nos vamos,
en verdad hemos de dejar las flores y los cantos y la tierra:
en verdad nos iremos!
¿Allá donde vamos cuando morimos, ay, allá donde vamos,
aún en verdad vivimos? ¿Es aún lugar de vida?
¿Es aún lugar en que hace felices el que da la vida?

Por tanto, sólo acá en la tierra es donde perduran las fragantes flores
y los cantos, que son nuestra felicidad y nuestra gala.
¡Gozad, pues, de ellos!

Gozad, príncipes chichimecas, porque hemos de ir a su morada,
a la mansión de la muerte, oh príncipe Popocatzin,
y tú, extranjero, Acolihuatzin: habréis de encumbrar la montaña:
nadie ha de quedar en la tierra, donde perduran las fragantes flores
y los cantos que son nuestra felicidad y nuestra gala.


II

Está triste mi corazón de poeta,
sufro porque sólo cantos y flores atesoro sobre la tierra.
¡Hablen en vano los que nos odian, los que quieren nuestra muerte:
todos tenemos que ir a la mansión de la muerte!

Si alguna vez te cansares, te mostrares negligente,
habrás escondido tu gloria y tu fama en la tierra.
¡Hablen en vano los que nos odian, los que quieren nuestra muerte:
todos tenemos que ir a la mansión de la muerte!

¡Pueda uno vivir en la tierra en todas partes,
oh tú, por quien se vive, cuando haya que bajar,
cuando uno tenga que ir a tu casa!

Allá en la región donde el mortal desaparece,
tendré que olvidar nuestros cantos, nuestras flores,
cuando haya que bajar y tenga uno
que ir a tu casa.

¡Ay, así sufrimos, muramos así: ojalá ya hubiera sido!
¡Que hablen en contra nuestra, que nos riñan Águilas y Tigres!
¡Hablen en vano los que nos odian, los que quieren nuestra muerte!

¿Cómo puedes hacerlo?, ¿cómo puedes tomar sus flores?
Ah, en donde se recogen o no se recogen, es el lugar difícil,
el lugar donde se adquiere gloria, en medio del campo de guerra.

Aun cuando obren con paz, no confiéis:
¿dónde está el lugar de la luz, pues se oculta el que da la vida?
¡Que hablen los que nos odian, los que quieren nuestra muerte:
todos tenemos que ir a la mansión de la muerte!

Ah, sentid dolor, oh Tezcacóatl y Atecpanécatl,
aun cuando estéis ataviados con collar de esmeraldas,
aun cuando os sintáis orgullosos y confiéis en él,
¿dónde está el lugar de la luz, pues se oculta el que da la vida?


III

¿Es verdad que vives allí, en la tristeza, oh dador de la vida?
Tal vez sí, tal vez no, como dicen. No se aflijan vuestros corazones.

¿Cuántos podrán decir si es verdad o no es verdad?
¡Cuán difícil te muestras de conocer y de mudar,
oh dador de la vida! No se aflijan vuestros corazones.

¡Oh dador de la vida, yo sufro: ¿acaso nunca será?,
¿acaso nunca habré de ir a tu lado?

Te distribuyes amoroso, y de tu poder viene
la felicidad, oh dador de la vida:
las flores valiosas, las flores fragantes,
esas mismas que yo ambiciono y por las que sufro.

Esmeraldas y plumas de quetzal en abundancia
son tus palabras y tu corazón, padre mío, por quien se vive:
tu ves al que sufre y al sufrimiento:
un breve instante, y estaré junto a ti y a tu lado.

Abren sus corolas de piedras preciosas tus flores,
oh dador de la vida, brotan en sembrados las flores,
abren sus corolas de brillante turquesa:
un breve instante, y estaré junto a ti y a tu lado.

Oh, yo no gozo, no tengo bienestar, no saboreo bien en la tierra:
así he vivido, así nací: sólo infortunio he gustado al lado de los otros.

Téngase por prestada esta tierra, oh amigos.
Mañana o pasado, según tu fallo, oh dador de la vida,
hemos de ir a su casa, oh amigos míos, ¡gocemos!



CANTO DE COSAS CHICHIMECAS

En la florida estera de los Águilas,
con manojos de flores divinamente labradas,
hace brotar su bello canto mi príncipe Moteuczoma el chichimeca.
¿No mora acaso en la región de la muerte
y llora en la escalera de jade, a las riberas del mar divino?

Tu morada está hecha de pétalos de esmeralda,
cuyo follaje son plumas de quetzal y que abren sus corolas de oro,
oh mi príncipe chichimeca Moteuczomatzin.
¿No mora acaso ya en la región de la muerte
y llora en la escalera de jade, a las riberas del mar divino?

-Tened presente, traed a la memoria cómo perdura
mi muralla allá en Acapehchocán, reluciente de gajos de plumas,
entre las laderas del Matlacueye, donde hubo llanto y lamento
de los príncipes chichimecas.

Tan pronto como vine a la vida, tan pronto como nací,
yo el chichimeca Moteuczomatzin,
mi lanza venía a perforar, yo la blandía con mi pulsera blanca.

¿No a la verdad es flor preciosa, muy anhelada y ambicionada
morir con muerte florida, morir con muerte deleitosa,
la de Tlacahuepantzin e Ixtlilcuechahuac?

Se elevan como el Águila Blanca, se entreveran como el ave Quetzal,
con las aves color de fuego se han matizado
dentro del cielo Tlacahuepantzin e Ixtlilcuechahuac.

-¿Dónde váis, dónde váis?- Al lugar donde se logran las plumas finas,
al campo de guerra, al lugar de los dioses:
allí donde se tiñe de rojo y amarillo para la guerra
nuestra madre Itzpapálotl (Mariposa de obsidiana), al campo de batalla.

Cuando el polvo se levanta en medio del combate,
se angustia el corazón del dios Camaxtle:
oh Matlacuiyetzin, oh Macuimalinaltzin,
la flor de la batalla durará en vuestras manos como antes duraba.

¿A dónde iremos que no haya muerte? ¡Ah va a llorar mi corazón!
Esforzaos: nadie vivirá aquí para siempre.

Diligentes llegaron a morir los príncipes:
como ellos se enardeció mi corazón.
Esforzaos: nadie vivirá aquí para siempre.

Agitándose entre flores va y viene el lúcido quéchol:
perfumadas flores rojas se esparcen,
perfumadas flores blancas se derraman y llueven:
ah, éste es el lugar donde las flores perduran.

Con ellas engalanaos, con ellas sed felices,
aquí en este florido concurso:
son flores de dolor, es el dolor que se esparce y derrama.

Canta, oh chichimeca Moteuczomatzin,
verde esmeralda, libro cubierto de pinturas es tu corazón:
aves doradas y sonrosadas revuelan sobre el licor florido.

 Descansa aún, oh vecino mío, modelo de príncipes,
Moyeuczoma,
entre los árboles del cacao, donde se yergue la Flor de nuestra carne:
aves doradas y sonrosadas revuelan sobre el licor florido.
Canta aún, oh Moteuczoma, fija tus ojos en el templo;
al ir subiendo, fija los ojos en el lugar donde penden ricas plumas.
Donde los hombres nacen, convertidos en aves enfloradas de oro,
canta el otomí: es que te llora a ti, oh chichimeca…
Está él, junto a mí, entre montañas de plumas de quetzal:
fijad la mirada, vecinos tlaxcaltecas: allí está vuestro padre.

En estera de pintadas flores reina:
el ámbito interior del cielo en su morada.
Mi muerte florida: las flores de mi lanza abren su corola.

Canta porque se ha ido el otomí, águila de collar,
nadie puede entender ni comprender su lenguaje que imitamos.

Oh, jamás acabará el plumaje de quetzal del rey Axayácatl:
se hacen cañas de piedras preciosas, se hermosean sus joyeles de collar:
nadie puede entender ni comprender su lenguaje que imitamos.

Aun en mi canto sufro, sin embargo, alzo mi canto:
haced otro tanto en vuestros corazones,
pero en verdad yo soy ciertamente otomí.

¿Dónde se ha posado ahora? Puede elevar su bello canto,
puede aquí tomar sus flores y su sonaja:
Gozad, yo por mi parte soy otomí.

Yo desprecio las flores, nada es mi canto:
soy musaraña de las montañas, felices vosotros amigos míos,
cuyo corazón al parecer está matizado de multicolores gemas.

Yo ambiciono los cantos que ofrecen los hombres de las juncias,
cuyo corazón al parecer está matizado de multicolores gemas.
Se esparcen las flores, se hermosean las flores del blanco otomí:
dentro de la cabaña está el otomí, cual zacuán.
Con vuestras orejeras multicolores os habéis hecho gloriosos,
oh mexicanos, dentro de la cabaña del zacuán otomí.